miércoles, 24 de julio de 2019

¿Qué pasa aquí?


Catorce años, pelirrojo y con pecas, así era nuestro amigo Beni, un muchacho inquieto, simpático, estudiante mediano, pero sobre todo era una buena persona que solía empatizar con todos. Bueno, algunos no lo tragaban por su exitosa popularidad.
                                                                     


Le apodaban el “Beni, Vidi, Vici”, en alusión a la famosa frase “Veni, Vidi, Vici”, que dijo Julio Cesar en el Senado Romano para fardar de su victoria en la batalla de Zeda contra Farnaces II (rey del Ponto), que había sido un correoso problema para Roma.
Llevaba muchos años interno en aquel colegio, ya que al quedarse sin padres por culpa de un accidente aéreo, su tío muy mayor, no encontró mejor solución que esta al hacerse cargo de Beni, pues por la edad que tenía esto ya le venía grande.
                                                                      


Como cada día a las 13,30, se dirigió con un grupo de colegas hacia el comedor del colegio, dedicándole un sonoro saludo a su casi anciana amiga Carmen, que como siempre con su impecable uniforme blanco y su luminosa sonrisa, iba llenando las bandejas de la comida a los alumnos, y pasado un buen rato en la cola cuando le tocó su turno y con gestos cómplices, nuestro amigo Beni le decía a su amiga Carmen de qué le ponía más y de qué casi nada; para eso eran amigos.
                                                                          


Muchos días al acabar las clases, Beni pasaba un rato con su amiga, donde charlaban consumiendo todo clase de chucherías, y donde Carmen algún que otro día  tocaba la flauta, sacando en este sonido toda la pena o la alegría que la embargaba en aquel momento.
Ella había sido muy feliz y muy desgraciada en según qué momentos de su vida, y todo lo expresaba a través de aquel antiguo instrumento que nadie le enseñó a tocar y que  la desahogaba.
                                                                    


Un día a la hora de servir la comida, a Beni le extrañó la ausencia de su amiga, y al preguntar por ella nadie sabía qué le pasaba, por lo que su grupo de amigos se dedicó a investigarlo, y según todos los indicios, la habían jubilado aunque  Beni no se lo creía, ya que el día anterior se habían visto y no le había comentado nada.
Antes de irse a su habitación, se dirigió a la de ella, que estaba cerrada con llave y con un candado. ¡Qué raro le resultaba aquello!
                                                                       


Durmió mal, dando muchas vueltas, y en una de aquellas posturas le pareció oír la flauta de su amiga Carmen. Fue sólo un momento, pero se levantó y con cuidado para que nadie lo viera, se dirigió a la planta tercera a oscuras, muy despacio y sin hacer ruido, y al encontrarse frente a la puerta que permanecía igual, le pareció oír una conversación, casi un susurro, que salía de otra habitación contigua, por lo que pegó la oreja a la puerta por escuchar lo que hablaban, pero sólo pudo entender una frase: “Ella se lo ha buscado”

(CONTINUARÁ)


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