martes, 14 de septiembre de 2010

Reflexiones

Llevo un tiempo en un estado catatónico y de indolencia total. No sé si será que se acaba el verano o que cada vez que se acerca mi cumpleaños, me entra una tristeza por el tiempo pasado que no puedo recuperar ni evitar. Pero joder, también hay que ser positivo y pensar que aunque hubo de todo, el tiempo y la memoria nos suele recompensar con los buenos ratos pasados y no con las desdichas y penas.

Pensar en los buenos momentos de los acontecimientos familiares, bodas, nacimientos, celebraciones navideñas, cumpleaños, etc.…

En los viajes a otros espacios desconocidos de España y del extranjero, en los sentimientos de felicidad que sentimos ante nuestros primeros y últimos regalos de Reyes, en el recuerdo del primer roce con la persona amada y por supuesto el primer beso y la ternura que te entra al tener en brazos a tu hija o a tu nieta, el regalo de la amistad, la lágrima y el llanto en algunas ocasiones en que nos sobrepasaron los sentimientos.

Tantas cosas se te vienen a la mente, tan dispersas y diferentes, que quisieras organizarte los recuerdos como si de la Historia de la Humanidad se tratara, cuando la realidad es que estas historietas que solo son interesantes para ti, aburren a tus semejantes.

Es como cuando te encuentras con amigos y empiezas a hablar de la “mili” o de los fiestorros que organizabais en fin de año y empiezas a preguntar por fulano de tal o por Mª Dolores, la cual susodicha nos gustaba a todos. Los guateques en casa de Adolfo o de Mº Luisa, con su madre de buen ver y viuda joven que le gustaba bailar con nosotros. Incluso recuerdo que alguno se enamoró perdidamente de ella.

Las largas tardes de lluvia, cuando después del colegio, no podías bajar a jugar al balón un rato a la calle con tus amigos, el desayuno con churros después de la misa del Domingo, la primera nevada que vimos y nos sorprendió sin abrigo que ponernos pero que tampoco necesitábamos, atareados como estábamos haciendo un gran muñeco de nieve.

Vida y recuerdos largos y brumosos donde todo de idealiza pintándose de colores, como acuarela viva de tu historia y que con el paso del tiempo te hacen sonreír por cómo éramos y las tonterías que hacíamos y con lo que nos divertíamos. Que de veces nos hemos sentido avergonzados de aquellos actos de juventud o de borracheras, como cuando competíamos a ver quien llegaba más lejos con la meada en mitad de una calle cualquiera.

Pero se acabó. A partir de ahora voy a disfrutar como un enano de todo lo que me dejen hacer la naturaleza y mi mujer, por no hablar del coñazo de mi médico. Aprovecharé intensamente el tiempo que me queda y me beberé las alegrías hasta la última gota.



En Villanueva del Ariscal a 14 de Septiembre del 2010

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