Nuevamente estaba en un
sitio no deseado, pero al que había sido arrastrada, como siempre, por Luci y
Carmen, sus amigas de toda la vida que sabían, por otra parte, que si no la
secuestraban sacándola de su casa, se quedaba sin salir todo el fin de semana.
Elisa sabía que no era rara, sino diferente, ya que
a pesar de ser una mujer alta, rubia, ojos azules y con un tipazo, estos
ambientes ya hacía tiempo que no le aportaban nada; no buscaba novio ni
aventuras sexuales de un día, pues hasta ahora, siempre se la intentaban ligar
tipos engreídos, ególatras, que sólo
tenían como conversación su yo, su coche, su trabajo de fábula, sus
pretensiosos viajes y otro montón de necedades que no solo no la encandilaban,
sino de las que se reía en la cara de cualquier personajillo de este pelaje de
pavo real alfa.
Inmersa en sus pensamientos,
ni se dio cuenta que a su lado en la barra del local, se acodaba un gordísimo
sujeto que conocía de haberlo visto por la facultad. Se llamaba Emilio.
Él también se sentía
desubicado allí, y aunque tenía muchos amigos que le llamaban el “gordito
pachón” desde el colegio, nunca ligaba por ese aspecto de antihéroe que tenía y
que no le acomplejaba en absoluto.
Resultó que a ella se le
cayó el bolsito que llevaba al suelo, y al agacharse a recogerlo se pegó un
cabezazo con nuestro hombre que caballerosamente también había querido
agacharse, por lo que al levantarse ambos un poco aturdidos por el tropiezo
indeseado, se quedaron mirándose ambos sin saberse que decir, hasta que Emilio
farfulló:
“Menos mal que por fin hoy
he tenido un buen tropiezo, porque llevo un tiempo que sólo me pego con la
lámpara de mi dormitorio.”
Esto a ella le hizo gracia,
por lo que nuestro hombre siguió con las bromas para hacerla reír, pues tenía
una sonrisa…
“La última vez que ligué fue
en primero de infantil, y fue porque otra niña me quito el bocata, y yo para
defender mi pitanza le propiné un bocado, y empezó a llorar con tal desconsuelo
que le tuve que dar el pan y yo me comí lo de dentro. Ya fuimos novios el resto
del curso”
Nuestra dama continuaba
riéndose con estas tonterías, por lo que sus amigas se daban codazos asombradas
mirándola desde la pista de baile.
Al fin él se decidió y le
pidió a Elisa:
“Porfa, baila conmigo que
hoy soy el Rey Sol alucinando a la panda de amiguetes que nunca me habían visto
hablar con una chica tanto tiempo, y si para colmo ya bailo…”
Y sin parar ambos de reírse
se fueron a bailar, triunfando tanto, que todos les hicieron el corro para
verlos, aunque tuvieron que aguantar bailar la música que algún guasón les
puso: “La bella y la bestia”.
Bueno, pues aquello tuvo sus
consecuencias, ya que al acabar la carrera y ambos triunfar también encontrando trabajo, se casaron, y hoy tienen
dos preciosas y gorditas niñas que hace que sean una risueña pareja feliz y
envidiada.
¡Qué cosas!
En Madrid, a 15 de noviembre
del 2015
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