Para quien no lo sepa, “la
Gari”, no es sólo mi cuñada, sino una hermana alegre, protectora, buena esposa,
madre, y de un tiempo a esta parte la “multiabuela positiva”, ya que está
siempre pendiente de sus nietos que la quieren con locura y con los que se
involucra en sus problemas, penas y como no, compartiendo sus alegrías.
Tanto es así, que dos de sus
nietas, Irene y Piluca, se la llevaron invitada de turismo a su Italia querida,
visitando Florencia, Milán y Venecia, y en esta bella ciudad fue donde se cayó
la última vez.
Después de elegir la góndola
donde se quería pasear, y al gondolero más guapo, tuvo la necesidad de ir a un
servicio o “pipiroom”, y después de mucho buscarlo, entró en uno de estos que
ya empiezan a proliferar en nuestras ciudades más turísticas, donde no se
cortan cobrándote 1,50 € por una simple meadita o cualquier desahogo
intestinal.
Pues bien, a la salida, no
vio dos escaloncillos que tenía, dando su caída menos glamurosa de todo su
historial de batacazos, doblándose el tobillo con la hinchazón correspondiente,
pero esto no la privó de seguir como si tal cosa con las visitas programadas
para no fastidiar a sus niñas, aunque lo que de verdad la alivió a parte del
Ibuprofeno, fueron las correspondientes libaciones del Limonchelo, del cual
cada día se ponía hasta el nivel en tan grata compañía, pues las nenas no se
cortaban yéndole a la par.
Esta fue la última de su
larga trayectoria de accidentes, y ahora
os voy a contar algunos de los que recuerdo.
Uno de los más antiguos fue
en un cumpleaños de mi hermano Eduardo, su marido, y ocurrió que al bajarse del
coche con las dos manos ocupadas con sendas tartas, se le dobló el tobillo
cayendo al suelo con la clavícula rota. Las tartas ya os imaginareis cómo
quedaron.
Otra vez, intentando cruzar
por Luis Montoto, un taxi dando marcha atrás la tiró, y esta vez hasta hubo sangre.
En otra ocasión, el carrillo
de un chatarrero que rodaba sin control por un paso de cebra, también dio con
sus magullados huesos en el suelo,
Uno de los que mejor
recuerdo tiene, fue en la puerta del Parque de Bomberos, donde estando ya en el
suelo se le acercó un turista para ayudarla, pero ella interpuso su mano para
esperar a tres bomberos macizos que atentos y diligentes, la cogieron en
volandas. Se le puso cara bobalicona y hasta estuvo a punto de que se le
callera la baba, pero se acordó de su marido.
Y como no podía faltar en
este historial el folclore de las romerías, pues sí, también tuvo un
incidente viendo la salida de la
Hermandad de Gines del Rocío, donde estaba escuchando decir, “pues a una señora
la ha pisado un caballo”, y resulto que había sido a ella y casi ni se había
dado cuenta.
Pero la mejor caída, la más
glamurosa, fue en Los Reales Alcázares de Sevilla, maravilla mudéjar y primer
palacio que un rey castellano, Pedro I de Castilla, construyó sin estar
defendido por las murallas de un castillo.
Pues bien. Dicho porrazo fue
bajo la dorada cúpula del Salón de Embajadores, y hasta sus acompañantes le
aplaudieron cuando ella se reía a la vez que le caían dos lágrimas por el
intenso dolor tobillero.
Y ella con su alegría
habitual, las cuenta como lo más natural del mundo, y es que como digo yo con
un poco de mala uva, se cae para llamar
la atención, pero yo desde aquí te digo:
“Cuñada,
tu no necesitas hacerte notar, pues tu sola presencia ilumina tu entorno, y
hace que tus acompañantes se sientan muy a gusto contigo”.
Quiero
a “La Gari”, la “multiabuela positiva”.
En Villanueva del Ariscal, a
6 de Noviembre del 2015
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