Estaba muy contento después
de todo lo que había pasado en su corta vida, pues nació con una deformación
congénita de columna, y cuando ya con seis añitos superó esto, le
diagnosticaron un tumor en la cabeza que crecía a días vista y lo operaron a
vida o muerte a los diez años, siendo muy satisfactorio el resultado.
Era un estudiante
brillantísimo y además muy popular entre sus compañeros. El día que cumplía trece
años estaba con sus compañeros de excursión en un hotel de la costa malagueña,
cuando como broma, lo tiraron a la piscina a la hora crepuscular, pues no
sabían que Juan no sabía nadar, y cuando viendo que no salía se asomaron a la
piscina, estaba en el fondo y ya no se pudo hacer nada por su vida.
A Rafael le había costado
mucho llegar a donde estaba, jefe de servicio de anestesia y reanimación en un
conocido hospital sevillano, pues su familia sin recursos económicos como
agricultores de un pueblecito del Aljarafe, no le pudieron costear sus estudios
de medicina, por lo que toda la carrera la había estudiado con becas y casi por suscripción popular, pues fueron muchos
los que se involucraron económicamente para que pudiese acabar.
Vivía en el pueblo con su
mujer y su hijo recién nacido, cuando salió a la carretera con su bicicleta
como cada tarde para hacer dos horitas de deporte, cuando al adelantar a un
tractor en una carretera secundaria, fue arroyado por un coche que circulaba en
sentido contrario, muriendo en el acto.
Todos los Visitadores Médicos
que íbamos a la Casa Cuna en Sevilla, la llamábamos “la nena”, pues era una
cría de raza negra abandonada allí por su madre y que estaba a la espera de ser
acogida por alguna familia, que un buen día se la llevaron para darle el cariño
que su madre natural le había negado.
Pues esta niña, Rocío,
creció, estudió turismo y montó su
propia empresa, a la que con mucho esfuerzo y dedicación sacó adelante, pues ya
se sabe que sin dinero y dependiendo de los créditos de los bancos, se tarda más en llegar, pero lo
había conseguido.
Haciendo un vuelo de
Casablanca a Riad, su avión se estrelló en pleno desierto sin que quedaran
supervivientes.
Traigo estos hechos a
colación, atribulado por la reciente tragedia del Airbus A320 de la compañía
Germanwings, que en la travesía de Barcelona a Düsseldorf cayó destrozado en
los Alpes franceses sin que hubiese supervivientes.
¿Hay derecho a que vidas que
han superado con éxito todos los problemas que se les han cruzado en su camino,
se vean truncadas de golpe, sin más? Y algunas de estas personas aún antes de
llegar a la madurez, siendo bebés y
adolescentes. No. Me niego a aceptarlo. El Dios de los creyentes, si
existe, no debería permitir tamaña injusticia.
Me rebelo contra la
resignación, que como humanos, hay que adoptar según la mayoría bien
intencionada.
Me cago…en todo.
En Villanueva del Ariscal, a
26 de marzo del 2015
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