domingo, 21 de febrero de 2016

Tirar con pólvora agena

Lo que le ocurría se lo había ido ganando poco a poco, ya que nunca pensó en las consecuencias, porque nunca pensó que lo pillarían, le parecía una ocurrencia genial, imposible de pensar que aquello tuviese un fin.
Entró en aquella empresa casi privada, casi estatal, hacía más de quince años, y ¡Qué trabajo le costó! Molestó a los conocidos de su padre, gente poderosa, para que con su licenciatura en económicas bajo el brazo, pudiera ocupar aquella plaza que había quedado libre por jubilación, en la administración de aquel conglomerado donde entraba dinero a raudales, y salía algunas veces no del todo de forma ortodoxa.
                                                                   


Desde el principio cayó bien a todos: compañeros, jefes, y lo más importante: se ganó un puesto de máxima confianza en un nivel intermedio pero de gran responsabilidad, por donde pasaba  dinero, mucho dinero.
Le llegaban a la caja recibos y liquidaciones firmados por sus jefes para proveedores, nóminas, material de oficina, gastos de representación de mandos, compañeros, y del Concejo de Administración, incluso administraba un “fondo de reptiles” de donde salía dinero para pagar voluntades y entraba dinero para “otros fines” que redondeaba las cuentas de los gerifaltes, y él pagaba y recibía  guardando todos los recibos, por lo que su contabilidad siempre estaba ajustada al céntimo y siempre al día, pues tenía que dar cuentas como mínimo una vez al mes ante su superior, y al ver como aquel hombre con demasiados vicios y acostumbrado a un alto tren de vida se gastaba lo suyo y lo de la empresa, tuvo aquella idea para sacar toda la tajada que pudiese en beneficio propio, y esto le llevó a donde estaba, en la cárcel.
                                                                       


Como recibos, había creado una plantilla de liquidación de gastos para cada estamento, cuyas cantidades finales a percibir dejaban abiertas, tan solo firmado por la persona receptora, pues casi siempre y en función del dinero que hubieses en caja, era responsable de rellenar la cantidad final, y él experto informático y adelantado sinvergüenza, redondeaba estas cifras con pequeñas cantidades para que no se notara, y que se embolsaba.
                                                                     


Pero la “avaricia rompe el saco”, que decía mi padre, y como también a él le gustaba la buena vida, empezó a sacar ya cantidades importantes con cargo a los concejeros y jefes más gastosos, así como a sisar en algunas de las entradas, que durante bastante tiempo nadie notaba, pero llegó un día, ¡Dios! Que la jodida prensa “marxista” empezó a meter las narices por allí, y levantó un gran escándalo mediático que salpicó a media jerarquía de máximos responsables.
                                                                    


En prevención de lo que pudiese pasar, había creado una copia de todo que mantenía en lugar seguro, y debido a las presiones del fiscal anticorrupción que llevaba el caso, empezó a señalar a todos aireando los trapos sucios que salpicaron a políticos, funcionarios y…a él mismo, pues la auditoría que se llevó a cabo insistía en que se habían malversado alrededor de noventa millones de euros, de los cuales, y esto no lo sabía nadie, el guardaba un importante pellizco.
Se llevó por delante a mucha gente, pero del dinero malversado nunca más se supo.
Aunque le rebajaron la pena por su colaboración en destapar el escándalo, de los siete años que le cayeron no lo libró nadie.
                                                                     


Todos se pusieron contra él, la policía tuvo que protegerlo, pues incluso fue amenazado de muerte, y además, la paliza que le pegaron el día antes en que se lo llevaron a declarar.
                                                                       


Tenía que acostumbrarse a su nueva vida, y esperaría a su salida del “trullo” para disfrutar de sus “ahorros” que estaban salvaguardados muy lejos en lugar seguro.
Lo peor fue que su mujer se divorció, todos le dieron la espalda, y ya  no le quedaron ni familiares ni amigos. Estaba apestado. Sólo.
Cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia.

                                                                      



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