sábado, 11 de febrero de 2017

La sorpresa

El por qué estoy aquí, no lo sé, pero el cómo todo se ha encadenado hasta esto, sí. Os lo cuento, y a ver si así veo  salida.
                                                                  


Había prometido a propios y extraños que no celebraría mi treinta cumpleaños, pero mis inseparables (fatídicos) amigos, Fran y Don no me habían dado opción de escape, ya que muy de mañana se presentaron en mi casa este nefasto sábado.
Menos mal que me dejaron desayunar y vestirme; se veía que tenían mucha prisa por secuestrarme, y yo tonto de mí, me dejé.
                                                                


El padre de Don le había dejado el jaguar descapotable, donde entramos los tres, para inmediatamente decirme ambos que tenían que vendarme los ojos y darles el móvil, ya que esto sería una sorpresa de la que me alegraría, por lo que muy a regañadientes tuve que aceptar (no debí pasar por ahí).
                                                                   


Entramos en muchos bares donde fuimos tomando copas sin que me permitieran quitarme el vendaje, y hasta para ir al servicio me acompañaba uno de los dos. Después fuimos a comer para seguir a continuación bebiendo, por lo que ya empezamos a movernos en  taxi, y por fin, cuando se cansaron y yo me encontraba un pelín “perjudicado”, llegamos a un sitio ignoto  que a mí me pareció un bloque de pisos o apartamentos, porque después de subir varias plantas en ascensor, abrieron una puerta al final de un largo pasillo, donde después de pasar me encaminaron a una habitación, y por fin me restituyeron la vista.
                                                                 



Estábamos en un amplio salón moderno, minimalista creo que lo llaman,  y bien provisto de todo, por lo que descorcharon una botella de champán francés, y después de acabados los brindis por mi cumpleaños (bastantes repetitivos desde por la mañana), ellos me dijeron que esperara sin moverme de la estancia, que llegaría mi regalo.
Estuve sentado y medio adormilado no sé si cinco minutos o una hora, pero me puse en pié inmediatamente cuando entró por aquella puerta la mujer que humedecía mis sueños eróticos, y que no era otra que una compañera de trabajo que estaba buenísima, y llegó bastante ligerita de ropa colgándose de mi cuello para felicitarme.
Con mucho desparpajo se sirvió un güisqui y se me sentó en las rodillas después de arrastrarme hasta el mullido sofá, dándome pié (no soy de hierro) a meterle mano, y a punto estábamos de culminar lo inevitable en estos casos, cuando se abrió la puerta y apareció Silvia, mi novia (nos casábamos en primavera) echa una energúmena, que entre gritos, amenazas y sollozos, me arreó una tremenda bofetada, saliendo a continuación de la habitación igual de rápida que hizo la entrada, cruzándose casi a la vez con un tipo que yo no había visto en mi vida con pinta de delincuente, llamándome de todo por liarme con su novia, arreándome un tremendo puñetazo que me dejó semiinconsciente y tendido en el suelo, de donde me rescataron mis ¿amigos?, diciéndome que esperara allí porque iban a aclarar aquello. ¿Y a mí quien me lo aclara?
                                                                        


En estas estaba esperando no sé qué, pero incapaz de moverme del sillón donde me habían puesto y con una bolsa de hielo en el mentón, cuando aparecieron varias personas con dos policías, instándome a acompañarlos a la comisaría para aclarar el porqué de los gritos y las amenazas,  además estando yo herido, y que habían encontrado entre las botellas una bolsita con mariguana, y para colmo, habiendo interpuesto una denuncia un vecino.
                                                                     


Y aquí estoy, donde después de declararlo todo entre los sarcasmos de las fuerzas del orden, me dijeron que esperara en aquella pútrida habitación hasta que el comisario decidiera qué hacer conmigo. Maltratado, dolorido, sólo; sin amigos, ni novia, ni quién sabe si también sin trabajo, y a punto de dormir en un calabozo.
Después de no sé cuánto tiempo, un policía me dijo que lo acompañara a ver al comisario, que me metió una bronca enorme, diciéndome que me había escapado de aquello por que el padre de Fran era su amigo, y había dado su palabra de que aquello sólo había sido una pesada broma entre amigos.
                                                                    


Y que menos; en la puerta estaban aquellos dos arrepentidos ca….es, para llevarme a casa
Me cago en los cumpleaños, las copas, los amigos, las novias, las buenorras y en todo lo que se mueve.

Ya sabréis por qué no me gustan estas celebraciones.

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