martes, 23 de octubre de 2018

El drama del parado


Estaba plenamente integrado en mi empresa, estaba bien pagado y era feliz a pesar de la presión de la dirección. Era un mando intermedio del área de ventas, cuando un día fui citado a la dirección de Recursos Humanos porque querían hablar conmigo, y aunque iba escamado, yo mis ventas las llevaba bien y había sido felicitado recientemente.
                                                                  


Me despedían, con todos los honores, pero me indemnizaban y me despedían, y yo pensé que no podía ser verdad, que estaría dormido y esto era una pesadilla, pero no, era la dura realidad.
(Ya habíamos firmado el finiquito y era el principio de mi paro)
                                                                 


Día uno:
Rehíce mi currículo, y en los días sucesivos lo fui enviando a todas las empresas que buscaban gentes de mi perfil, y a muchas empresas de selección de personal, y lo fui comunicando a conocidos, amigos y familia para ver si alguien requería mis servicio.
A la vez, empecé a reciclarme en mis puntos débiles: inglés, informática, cursos de actualización etc...
                                                                     


A los quince días:
Me había presentado a varias entrevistas, había hecho multitud de llamadas a gente relacionada que me dieron ánimos, pero lo que más pesaba para que no me contrataran era que tenía 45 años, aunque en casi todas ellas me dijeron que era el perfil idóneo, pero la edad…
Seis meses después:
Seguía manteniendo entrevistas, aunque en menor número y en alguna de ellas pretendían que trabajara por míseros salarios, a lo que me negué por dignidad. Me sentía humillado a estas alturas y ya mi ánimo no era el mismo de los  primeros días de búsqueda. ¿Sería posible que esto me estuviera pasando? Muy preparado, con mucha experiencia y capacitado para cualquier puesto de ventas, ¡pero era viejo!
Todo estaba empeorando: mi carácter por lo común jovial se me volvió agrio, la relación con mi esposa se enfrió de tal forma que me dejó al poco y se fue con un antiguo novio, mi hijo se fue con su madre aunque siempre lo podría ver (en eso ni  tengo ni creo que tendré problema)
Viendo que no salía nada de nada, alquilé un local en una zona residencial de nueva creación y monté una ferretería aunque es un gremio que jamás he tocado y a ver qué pasa.
                                                                       
 
Han pasado tres años:
Sigo entre tornillos, cables, bombillas y pequeñas herramientas, he montado mi página de venta en línea, y esto empieza a gustarme. Ya no me siento un advenedizo, tengo una nueva relación que me ayuda en lo que puede y que me quiere, y creo que voy rehaciendo mi vida.
Lo importante es vivir.

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