jueves, 27 de julio de 2017

Incidencias mañaneras

Estaba sentado en la terraza de mi acostumbrado bar esperando mi desayuno, (café con leche y pan integral tostado, con un ajo refregado, aceite de oliva y jamón) cuando desde que vi venir a lo lejos a mi amigo Sebas, con su sombrero, bastón y perro, constaté que venía contrariado por algo, pues el rictus de su cara no era la acostumbrada media sonrisa caustica. Una vez sentado a mi lado, encendido su primer cigarrillo y pedido el desayuno, le pregunté:
                                                                 


-Algo te pasa hoy ¿No?
-Anda, que he empezado la mañana bien.
- Cuenta -le dije.
-Es que las cosas que me pasan son que parece que me las invento de tan extrañas.
-Cuenta-le repetí.
-Pues lo primero que me pasó fue, que al sacar del armarito los avíos de afeitar, se me cayó el bote del masaje facial, y tuve que recoger los cristales estando descalzo, y luego fregar el suelo, que se había quedado pegajoso y resbaladizo.
(Ya había empezado a reírme bajito para no cabrearlo)
                                                                   



-Luego, siguió, me metí en la ducha y estando enjabonándome, noté algo extraño en la espalda, me refregué en el sitio y cayó al agua una salamanquesa. ¡Qué asco!
Salí de la ducha tal como estaba, y pegué un resbalón que casi me mato. ¡Qué porrazo me pegué en la rodilla!
(Mis carcajadas me impidieron seguir comiendo, casi me atraganto)
-Mientras tanto el bicho siguió corriendo, y yo persiguiéndolo con el chorro a presión de la ducha para tirarlo de los azulejos, de donde cayó al fin, pero ahora el problema era que no cabía por el sumidero y seguía coleando, hasta que cogí un trozo de  papel higiénico, lo agarre rabeando y todo, y lo tiré al wáter, en donde el bicho parecía submarinista, ya que tuve que tirar tres veces de la cisterna para que se fuera por la cañería.
                                                                   


Pero antes de ver como mi enemigo era engullido por el agua, me volví a resbalar hasta quedarme de rodillas frente al inodoro, así que vengo cabreado por dentro y por fuera. No veas los moratones que tengo.
Yo seguía riéndome, y él muy digno, empezó a desayunar sin mirarme.
-Bueno, le dije, ya que habías cogido al animal, por qué no lo tiraste por la ventana para que siguiera viviendo; es un bicho que solo come insectos y mosquitos, y te aseguro que no ataca a nadie. Pobrecita.
                                                                   


-¿Es que tú no ves los programas de animales de la televisión?-contestó. Yo he visto a esos lagartos cuando son grandes, como atacan al hombre o a cualquier animal por grande que sea para comérselos.
-Eso que tú has visto, son cocodrilos, que no tienen nada que ver con lo que has matado.
-¡Que enterao eres! Yo he visto hasta un reportaje en donde salía un bicho enorme de esos saliendo de una alcantarilla. Cuando esto te pase a ti, tú les echa de comer si quieres, pero yo los mato por si acaso.
Yo seguía riéndome sin poder acabar el desayuno, pero él consumía el suyo con la rapidez acostumbrada.
                                                                      


En un receso continuó:
-Ahora va a resultar que yo soy tonto y tú el listo.¡Enterao!
Pedí otro café porque el anterior se había enfriado, y seguí dándole la vara hasta que se despidió con gesto de cabreo, que ya era por mis pullas y por las carcajadas incontenibles.
                                                                   



-Ahí te quedas, so listo –me dijo dándome la espalda con toda la dignidad que pudo, y mirando al perro no fuera a ser que también se estuviera riendo.
Cuando ya iba un poco lejos, le grité:
-Sebas, que no has pagado y hoy te tocaba a ti.
Se volvió, me dio un corte de mangas, y siguió su camino.

¡Joder con el Sebas!

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