miércoles, 5 de julio de 2017

Eternidad

Desde la más remota antigüedad, el hombre siempre se ha preguntado y temido por la muerte; por si ahí acaba todo, o si como el gusano enquistado en el capullo, se muere para convertirse en mariposa.
                                                                   


Otros pensadores más profundos han hablado, de que al igual que no nos acordamos de dónde venimos cuando nacemos al cuerpo, igual con la muerte pasamos a otro estado espiritual más pletórico, donde al no arrastrar la pesada carga del cuerpo, sus cambios y enfermedades, somos felices indefinidamente.
                                                                 


Hay muchas experiencias de personas que cuentan por ejemplo, que fueron atropelladas por un coche, y cuando estaban en coma, veían su cuerpo desde arriba y escuchaban todo lo que decían médicos y enfermeras, y cómo eran impulsados y se iban a velocidad de vértigo por un túnel hacia una cegadora luz, y eran recibidos por parientes y amigos en todo su esplendor, antes de despertar con los pitidos de los monitores.
                                                                   


Estas experiencias son comunes en gentes de diferentes religiones, incluso en no creyentes, y lo que es común a todos es que ya no le temen a la muerte, y algunos casi la desean.
Los científicos dicen que las experiencias cercanas a la muerte se originan en la fisiología humana, y “el cerebro disfuncional produce estos fenómenos”. Es la forma en que el celebro crea la muerte y la percepción de la realidad.
                                                                  


Y es curioso como esos recuerdos en estas personas, son más vivos que los que han vivido, como el primer amor, el nacimiento de un hijo o cualquier otro. La diferencia con la realidad era muy grande. Aunque la realidad nos dice que no puede haber una experiencia real y consciente sin actividad cerebral.
                                                                   


Nunca es demasiado tarde para decir a un moribundo, aunque esté en coma, “lo siento”, o “te quiero”, o cualquier cosa que queramos decirles, ya que está demostrado que nos oyen; se enteran.
                                                                 



Aunque todo esto de la eternidad y lo que nos dicen desde los púlpitos y los libros pueda ser verdad (nadie ha venido del otro lado), aprovechad la vida que es un don que no volveremos a disfrutar y que se acabará algún día. ¡Sed felices y disfrutad de todo!, o al menos intentarlo; no estaría mal visto.

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