martes, 10 de abril de 2018

Se acabó


Cualquier día no esperado, te despiertas, y por una revelación, o una certeza, o un certero diagnóstico médico, sabes que ese día será el último de tu vida, que ya no habrá más, que en veinticuatro horas acaba tu trasiego por lo material. ¿Qué harías, cómo reaccionarias y completarías tus últimos momentos en este mundo?
                                                                  


Decía San Agustín que “la muerte no es nada, sólo he pasado a la habitación de al lado”.
Al abrir las persianas de tu ventana, verías que el tiempo sigue en modo invierno aunque el calendario diga que estamos en primavera, que las glotonas nubes gris-oscuras no dejan pasar los claros de la mañana, que los naranjos del jardín apenas tienen azahar, que no se escuchan las correrías gritonas de las golondrinas, y así, con los más extraños pensamientos en este tu último trecho del camino, decides ponerte en marcha y aprovecharlo, apurar el último sorbo del corto trago de tu existencia.
                                                                 


Crees en otra vida después de esta, quizás mejor, más plena, pero eso no quita que  te quieras encaminar ya hacia lo desconocido; aún podrías dar muchos besos y ternura, que te quedan muchos libros por leer, que quieres seguir escuchando en bucle la quinta de Mahler, el último movimiento de la novena de Beethoven, o los nocturnos de Copín. Que te quedan muchas charlas con tus amigos, muchas risas con tu familia, que aún guardas en tu bodega aquella botella de maravilloso vino que dejabas para un día especial.
                                                                      


Y aunque no quieres que la tristeza te invada, brotan algunas lágrimas de tus ojos al pensar que esto se acabó; al valorar lo que pierdes, y aunque no te pesa dejar atrás lo tangible, lo material, aún te sientes el alma llena de sentimientos y la mente de ideas, y que quieras o no, ya no serán nada mañana y mucho de lo que habías planificado para mejor momento, se te quedará en el tintero.
                                                                    


Aunque te planteabas hacer hoy cosas diferentes de cara al epílogo de tu vida, decides que no, que lo único extraordinario que harás, será hablar con la familia, con tus nietos, con tus amigos, en fin, con tus más cercanas gentes, y así procurar que tu recuerdo quede en las personas que amabas.
¿Qué hace un día diferente? No sé, pero es mejor irse como se vino a la vida, sin pedir disculpas, sin pedir permiso.

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