Llegaban a su casa, un
chalecito acosado (perdón adosado) como siempre discutiendo, pues él era un ser
muy ingenuo, casi como un niño, y se metía en muchos problemas por decir
siempre lo que pensaba, sin medir las consecuencias, cuando su mujer le
preguntó:
-¿Te
has dejado la luz de la cocina encendida?
-Seguro
que no, - le contestó.
-Pues
sí, además hay un cristal roto en la ventana. ¿Habrán entrado ladrones?
-Espera
en el coche mujer, que voy a ver.
Entró en la casa. Y al rato
salió charlando con un desconocido que portaba una enorme bolsa, al que
despidió dándole la mano, por lo que su mujer le preguntó:
-¿Qué
pasa, quien era ese hombre?
-Es
que se había colado una tremenda serpiente en casa, y ese hombre que era del
zoológico, ha tenido que romper un cristal para buscarla y que no mordiera a
nadie.
-¿Y
te lo has creído? -dijo ella de malos modos saliendo del
coche.
-¡Ah!,
me ha dicho que no nos asustemos, pues ha dejado todo revuelto porque no
encontraba al bicho.
-¡Y
tú te lo crees todo, como siempre! ¡Hay que ver este hombre! –
dijo ella indignada.
Entraron y vieron que
efectivamente todo estaba revuelto, y ella como si tuviera una premonición, se
dirigió al dormitorio que también estaba desordenado y con todos los cajones
abiertos. Se fue directa a buscar las cosas de valor.
-¡Me
han robado todas las joyas! ¡Y el sobre del dinero ha desaparecido!
–gritó con la cara roja de ira.
A Manolo se le puso una
carita de asombro como si aquello no fuera posible. Además se habían llevado el
ordenador portátil, la Tablet y una carísima máquina de fotos.
Llamaron a la policía y les
dijeron que no tocaran nada hasta que llegaran los agentes.
Se quedaron sentados en el
coche, donde ella seguía relatando sin parar, y él escuchándola resignado.
Al cabo de dos horas
llegaron los agentes, que no pudieron evitar reírse cuando el pobre Manolo les
relató lo sucedido, y seguían oyéndose carcajadas cuando estos abandonaban la
casa y se subían al vehículo.
Manolo se sentó en el sofá y
le dijo a su esposa:
-Mañana
temprano daré parte al seguro, y además se han llevado el mando de la tele.
-El
mando está debajo del sillón ¿Para qué iban a querer un mando sin la tele? ¡Es
que eres tonto Manolo! ¡Eres el más tonto del universo! Hay que ver creerse lo
de la boa –le decía su mujer indignada.
Bueno, pues así era todo lo
que le pasaba.
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