Tenía la suerte de estar acompañado por toda la
familia el puente pasado de la Constitución y la Inmaculada, por lo que
disfruté, dentro de los límites de mi rehabilitación posquirúrgica, de mis
nietos. Una de esas tardes me puse
a dibujar y colorear con mi nieta Olivia lo
que se nos ocurría.
Coloreamos los árboles de verde, a las casitas
blancas les pintamos tejados rojos, de otros colores a los niños jugando en
columpios y toboganes con sus madres al cuidado, a los coches, el río y todo lo
que se nos vino a la mente les dimos colores más o menos apropiados.
Estábamos ya un poco cansados de este pasatiempo,
cuando se me ocurrió preguntarle a mi nieta de qué color sería la risa, y ella
hizo un largo borrón de rosa, luego le dije el llanto y pintó lunares azules,
los besos y los pintó de rojo y ahí dejamos el tema pues mi nieta ya quería
otra actividad.
Pero ya yo en mis cosas, me quedé pensando en el
código de color que daríamos cada humano a los diferentes sentimientos,
sensaciones, comportamientos, hechos, y demás abstracciones que revolotean a
nuestro alrededor. ¿Habría un solo color para todo y todos, o cada uno de
nosotros vería cada cosa de su
personalísimo tono? Se me ocurrió que el cielo todo el mundo lo vería azul;
pues tampoco. Lo vemos blanco, con nubes negras, amarillo de tanto sol o rojo
en los crepúsculos, etc.
Y entonces acordándome de las noticias leídas en el
periódico por la mañana, empecé a elucubrar para mis adentros pensando en darle
a cada titular de la prensa un color, aunque a muchos se nos antojara ponerlos
todos sobre fondo negro.
¿Qué color ponerle a los desfalcos y robos
continuados de políticos, banqueros, ex presidentes de la CEOE, constructores,
jueces, yernísimos y cualquier otro espécimen que se me haya olvidado?
Creo que si le diéramos el color peor que se nos
ocurriese, no seríamos capaz de sacarlo ni de la paleta de Murillo. Imposible.
¿Y si se nos ocurriese ponerle color a la Prima de
Riesgo, al rescate bancario, a las torpezas de algunos ministros?
Pero más difícil sería dibujar y colorear a tanta
gente cabreada, a tanto parado, a nuestros jóvenes mejor preparados que se nos
van al extranjero a hacer “turismo” según una diputada súper enterada, a
nuestros jubilados que le mordisquean la magra pensión desde cualquier esquina
del estado, a nuestros enfermos dependientes, a… y a…. tantos y tantos
decepcionados y tristes por lo que nos está pasando con esta puta clase
política falta de ideas y en muchos casos deseosas de desmontar nuestro estado
del bienestar para que sólo estudien los niños de papá, y que los enfermos que
tengan dinero se curen y los demás se mueran, y que sólo los poderosos puedan
mantener litigios en el juzgado, pues ellos sí los pueden mantener.
Y nos faltarían pigmentos para dibujar la decepción
del que cada vez trabaja más y gana menos, la de gente que luchó por los
derechos de los trabajadores y ven cómo se los han cargado de un plumazo
retrocediendo treinta años, de los que les quitan los pisos y los dejan en la
calle, las caras de la gente cuando acude a comer a un comedor social o va a un
banco de alimentos o acude a Cáritas.
Por favor, a ver si sois capaces de ponerles colores a
todo esto, ya que yo he gastado todos mis lápices oscuros y los bolis de tinta negra
se han secado del uso.
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