Todos
los que me conocen saben, que tengo auténtica aversión y que
rechazo cualquier tipo de celebración cuando me toca la penosa
suerte de rememorar el día de mi nacimiento, y sin embargo eso no
siempre fue así.
Recuerdo
de pequeño, como los días se me hacían eternos hasta llegar a mi
primera meta de edad que eran los doce años, luego fueron los
dieciséis y después los dieciocho, pero hasta ahí llegué en mi
ilusión por cumplir años.
En
mi casa no se celebraban los cumpleaños sino los santos, aunque esta
celebración consistía como mucho, en alguna ropa que hacía falta y
poco más, y no fue hasta conocer a mi cuñada Margarita primero y a
mi mujer después, que me preparaban la famosa tarta de chocolate y
galletas para hacerme apagar las consabidas velitas, convidadas de
piedra que veían año tras año como iban aumentando su número.
Pero
fue cuando fui a cumplir cuarenta cuando me opuse descaradamente a
celebración alguna, aún con enfado del “respetable” que tanto
se empeñaron en que sí habría celebración, que me vi obligado a
desaparecer por esas fechas.
No
pretendo justificar de ninguna manera mi actitud, pero quiero exponer
alguna razón por lo que me sucede esto, y en primer lugar decir que
no veo por qué celebrar algo como que la vida se nos está yendo de
las manos, y que cada vez que cumplimos un año más, nos acercamos
inexorablemente al final al que nadie queremos llegar, y yo menos que
ninguno.
Pero
lo curioso del caso es que parece mentira que estas posiciones ante
la vida, se puedan transmitir por los genes, ya que mi nieta Olivia
que sólo ha cumplido cuatro años y que ha tenido la mala suerte de
siempre pasarle algo en su efeméride, dice cuando se le recuerda la
fecha: “Cumpleaños feliz, no”.
Sé
que la mayoría de los que leen mis tonterías no estarán de
acuerdo, ya que dirán que es una alegría cumplir años porque es
señal de que estamos vivos, que podemos contarlo, aunque la mayoría
de las veces nos pasen pocas cosas buenas en ese año que acabamos de
pasar, por lo que siempre habrá quien ve la botella medio llena,
pero yo en esta cuestión la veo siempre medio vacía.
Esto
no quiere decir que no agradezca a todos vuestras felicitaciones
sinceras, esto sólo supone una queja contra el jodido calendario de
las narices, que pasa por nosotros irremediablemente riendo a
carcajadas cuando ve nuestra cara de estupor por lo rápido que se
han agotado sus hojas hasta llegar a…, a donde sea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario