martes, 21 de octubre de 2014

Mirar hacia atrás sin ira

Juan era un adolescente extrovertido y alegre con sus amigos y en el colegio, pero en su casa estaba, lo tenían amargado y era silencioso y huraño, pues sus padres lo habían tenido ya bastante mayores, desgajado en edad y en tiempos de sus hermanos, los cuales y a partir de cómo actuaban sus progenitores, no se metían para nada en la amargura y rebeldía que revertía el pequeño.
Corrían los años sesenta y cinco del siglo pasado, y era una costumbre muy extendida entonces, de arreglar todo lo que concernía a éstos, con castigos y palizas para ablandar criterios y demostrarse esos adultos a sí mismos quien mandaba, aunque como siempre esto sólo sirviera para desahogo de los verdugos.
                                                                   


Había sido un buen estudiante hasta los quince años, estudiando hasta entonces con beca, pero a partir de entonces y como venganza hacia su familia, empezó a desentenderse de los libros y le costó bastante trabajo acabar el antiguo bachillerato y el acceso a la universidad.
Sus aficiones y la chimenea de sus frustraciones, era la literatura y la música, pero ni eso siquiera le permitían cuando de mortificarlo se trataba, por lo que amargado y consciente de que su porvenir  no podría coincidir con las mismas personas con las que había convivido hasta entonces, decidió que tenía que irse preparando para emanciparse en el momento que le llegara su mayoría de edad a los veintiún años.
                                                                   


Dejó la carrera de magisterio a la mitad y se fue como voluntario para hacer la “mili” entonces obligatoria, trabajando en sus ratos de ocio en todo lo que le salía, por lo que hizo encuestas, dio clases particulares, vendió libros y electrodoméstico, etc., de forma que empezó a no necesitar de sus padres para sus gastos y pagarse la academia de inglés, y en este tiempo sólo iba a su casa para dormir, sin dirigir la palabra a nadie en lo que no fuera imprescindible.
Tuvo la suerte en este tiempo de conocer a la que sería el amor de su vida y única compañera con que montar su futuro, y que era el paño de lágrimas de Juan, pues desde un principio tuvieron la complicidad suficiente para prepararse para en el momento que pudieran independizarse de todos y todo, vivir en felicidad y armonía el resto de sus vidas.
                                                                     


Y así fue como se casaron muy jóvenes en una temprana y sencilla ceremonia, ya que Juan entró a trabajar en una empresa farmacéutica como delegado, comenzando entonces la andadura independiente de esta pareja de enamorados que logró librarse de las amargas ligaduras que los frustaban.
Hoy cumplen cuarenta años de casados, y él jubilado, se dedica a lo que siempre le ha gustado más en la vida; leer, escribir y estar pendiente de su queridísima mujer, de sus hijos que fueron criados en un ambiente de relajada convivencia sin nada que ver con su antigua y amarga crianza, y con sus nietos maleducándolos en todo cuanto puede.
                                                                     


Digan lo que digan en la actualidad, con la vida tan dura que nos ha tocado vivir  y a pesar de los pesares, hemos mejorado mucho y bueno con respecto a cualquier tiempo pasado. Ya quisiera yo vivir mi adolescencia y mi juventud en estos benditos tiempos.

No necesariamente, “cualquier tiempo pasado fue mejor”.
                                                                   

2 comentarios:

  1. Muchos se verán retratados aquí José Manuel; la letra con sangre entra,(era el lema), y lo malo es que todo entraba con sangre. Gracias a Dios yo me libré de soportar esas angustias pero eran muchos los que recibían educación tipo borrico. Y hoy día los hijos les pegan a sus padres, los maltratan e incluso son denunciados a miles por ese motivo y por sus propios padres.¿Cualquier tiempo venidero será mejor?.

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    1. Toda violencia es condenable venga de donde venga, pero tu sabes Paco que en nuestros tiempos era así y que no estábamos mejor instruidos por el miedo a los malos tratos. En el futuro sólo deseo, que haya desaparecido cualquier forma de malos tratos venga de donde venga. Un abrazo amigo.

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