lunes, 27 de octubre de 2014

Regalo "Low Cost"

Estaba en un callejón sin salida. Día a día, hora a hora se acercaba el cumpleaños de mi “Cari” y yo sin dineros ni ideas sobre qué regalar en tan celebrado día, pues sus padres le habían preparado una enorme fiesta, con una enorme tarta, y una enorme lista de invitados para que dicho día pasase a los anales de la familia como el día “enorme” en que la niña cumpliría dieciocho añitos.
                                                


Y yo el prometido, el novio, “el chico que sale con Tina”, iba a quedar peor que un niño de “Primera Comunión” vestido de naufrago.
Por enésima vez volví a pasearme entre las secciones de música, libros, joyería y demás departamentos afines de cuantas tiendas y Grandes Superficies estaban en mi entorno ciudadano, pero es que todo estaba carísimo y además me había fijado en que las normas de seguridad eran muy estrictas, y yo en los bolsillos con doce pelados euros.
                                                   
 
¿Qué hacer? Porque el momento se acercaba y yo tenía que tener un regalo para mi chica.
Agachado entre las estanterías de sartenes y cacharrería, luchaba intentando quitar la alarma de seguridad de un CD sin conseguirlo, cuando vi como saltaba la alarma en una de las cajas de pago, y un fortachón agente de seguridad, registraba el bolso de una muchachita que titubeaba y se excusaba cuando le sacaron un botecito de colonia que no había pasado por el susodicho control.
Temblándome las piernas y sin saber qué hacer, deambulé por todos los departamentos de los almacenes aclarándome las ideas por si salía alguna buena, cuando me fijé en una señora muy bien vestida y enjoyada, que a la vez que empujaba un carro hasta arriba de todo, era arrastrada por un caprichoso niño de corta edad y horrorosos modales, y cómo relatando y persiguiendo al “cafre” se dirigía desesperada a una de las cajas.
                                                 


Y se me ocurrió una idea que podía salir bien.
Con mis escogidos discos en la mano, me dirigí hacia donde la señora luchaba por poner las cosas sobre la cinta para el cobro, a la vez que intentaba sujetar al pequeño para que no se desmandara, ofreciéndome amablemente a ayudarla, lo cual aceptó encantada.
Fui poniendo todas las cosas del carro en la cinta, incluyendo, como el que “no quiere la cosa”, mi regalo, pasando éste por caja sin que la señora lo advirtiese.
Yo volví a meter todo lo comprado en sus bolsas e incluso le llevé el carro hasta el coche guardándoselo todo, pues el niño tenía un berrinche tal, que la abuela con todo lo que podía no era capaz de controlar, incluso en el último momento hasta me dejó al energúmeno mientras buscaba las llaves.
En el momento que cogí al niño de la mano y le susurré algo, éste se cayó de inmediato, por lo que la mujer no paraba de darme las gracias, hasta me insistió para que le aceptara veinte euros de propina que no tuve más remedio que coger por no ofenderla.
                                                 

Yo con la mejor de las sonrisas le devolví al niño, preguntándome la dama que, “qué había hecho” para que este se callara: “Nada, nada…” le dije, cuando la realidad es que al niño  sólo le susurré al oído que  “yo había matado a Papá Noel y a sus renos”, y que él sería el siguiente si no se callaba.
Ah, y decir que luego volví sobre mis pasos para que me envolvieran los CDs del conjunto favorito de mi “Cari” para regalo, y que estaba feliz y contento con  mi “buena acción”, y por supuesto con los veinte eurazos más en mis despoblados bolsillos.
Iba a terminar aquí esta crónica del “Conseguidor de Regalos”, pero no. Voy a contar el epílogo.
Mi “Cari”, mi Tina, me dejó a la semana de su fiesta de cumpleaños porque decía que “yo no cumplía sus expectativas de futuro”.
Algo ya vería en mi.


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