Juan era un adolescente
extrovertido y alegre con sus amigos y en el colegio, pero en su casa estaba,
lo tenían amargado y era silencioso y huraño, pues sus padres lo habían tenido
ya bastante mayores, desgajado en edad y en tiempos de sus hermanos, los cuales
y a partir de cómo actuaban sus progenitores, no se metían para nada en la
amargura y rebeldía que revertía el pequeño.
Corrían los años sesenta y cinco
del siglo pasado, y era una costumbre muy extendida entonces, de arreglar todo
lo que concernía a éstos, con castigos y palizas para ablandar criterios y
demostrarse esos adultos a sí mismos quien mandaba, aunque como siempre esto
sólo sirviera para desahogo de los verdugos.
Había sido un buen
estudiante hasta los quince años, estudiando hasta entonces con beca, pero a
partir de entonces y como venganza hacia su familia, empezó a desentenderse de
los libros y le costó bastante trabajo acabar el antiguo bachillerato y el
acceso a la universidad.
Sus aficiones y la chimenea
de sus frustraciones, era la literatura y la música, pero ni eso siquiera le
permitían cuando de mortificarlo se trataba, por lo que amargado y consciente
de que su porvenir no podría coincidir
con las mismas personas con las que había convivido hasta entonces, decidió que
tenía que irse preparando para emanciparse en el momento que le llegara su
mayoría de edad a los veintiún años.
Dejó la carrera de
magisterio a la mitad y se fue como voluntario para hacer la “mili” entonces
obligatoria, trabajando en sus ratos de ocio en todo lo que le salía, por lo
que hizo encuestas, dio clases particulares, vendió libros y electrodoméstico,
etc., de forma que empezó a no necesitar de sus padres para sus gastos y
pagarse la academia de inglés, y en este tiempo sólo iba a su casa para dormir,
sin dirigir la palabra a nadie en lo que no fuera imprescindible.
Tuvo la suerte en este
tiempo de conocer a la que sería el amor de su vida y única compañera con que
montar su futuro, y que era el paño de lágrimas de Juan, pues desde un
principio tuvieron la complicidad suficiente para prepararse para en el momento
que pudieran independizarse de todos y todo, vivir en felicidad y armonía el
resto de sus vidas.
Y así fue como se casaron muy jóvenes en una
temprana y sencilla ceremonia, ya que Juan entró a trabajar en una empresa farmacéutica
como delegado, comenzando entonces la andadura independiente de esta pareja de
enamorados que logró librarse de las amargas ligaduras que los frustaban.
Hoy cumplen cuarenta años de
casados, y él jubilado, se dedica a lo que siempre le ha gustado más en la
vida; leer, escribir y estar pendiente de su queridísima mujer, de sus hijos
que fueron criados en un ambiente de relajada convivencia sin nada que ver con
su antigua y amarga crianza, y con sus nietos maleducándolos en todo cuanto
puede.
Digan lo que digan en la
actualidad, con la vida tan dura que nos ha tocado vivir y a pesar de los pesares, hemos mejorado mucho
y bueno con respecto a cualquier tiempo pasado. Ya quisiera yo vivir mi
adolescencia y mi juventud en estos benditos tiempos.
No necesariamente, “cualquier
tiempo pasado fue mejor”.
Muchos se verán retratados aquí José Manuel; la letra con sangre entra,(era el lema), y lo malo es que todo entraba con sangre. Gracias a Dios yo me libré de soportar esas angustias pero eran muchos los que recibían educación tipo borrico. Y hoy día los hijos les pegan a sus padres, los maltratan e incluso son denunciados a miles por ese motivo y por sus propios padres.¿Cualquier tiempo venidero será mejor?.
ResponderEliminarToda violencia es condenable venga de donde venga, pero tu sabes Paco que en nuestros tiempos era así y que no estábamos mejor instruidos por el miedo a los malos tratos. En el futuro sólo deseo, que haya desaparecido cualquier forma de malos tratos venga de donde venga. Un abrazo amigo.
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