Desde que comenzó la crisis,
y aunque nuestra empresa cada vez vendía más y con los mismos empleados, habíamos perdido las pagas extraordinarias y
por supuesto la cesta y la comida de Navidad, aunque nosotros y por nuestra
cuenta seguíamos reuniéndonos, ya que era la única vez en el año en que
estábamos juntos los treinta y cuatro empleados sin contar al jefe, que como
representante de la sociedad, dejó de ir cuando suprimió el pago de la reunión-comida la
instancia superior.
Este diciembre, se proclamó
a “bombo y platillo” que volveríamos a cobrar esta última paga extraordinaria del
año, pero siguió sin haber dinero para el almuerzo, por lo que continuando con
la tradición, nosotros lo pagaríamos a escote como en los últimos años.
Llegado el día, que como
siempre fue el último viernes antes del día 22 en que se celebraba el Sorteo Extraordinario
de la Lotería de Navidad, fuimos llegando al restaurante contratado como
siempre, más allí nos aguardaba una sorpresa, y era que D. Benito nuestro jefe,
se había presentado a comer con nosotros sin avisarlo con antelación, pues no
lo creería necesario.
Nos quedamos todos bastante
cortados sin saber qué decir o como afrontar aquel imprevisto que nos coartaba
para estar a gusto hablando sobre todo y todos, pues con aquella presencia fiscalizadora
al fin y al cabo, la reunión tenía poco sentido al tener que seguir guardando
las apariencias.
Una vez que estuvimos todos
sentados y antes de empezar con los aperitivos, nuestro jefe pidió por favor
que escuchásemos lo que había venido a decir, pues no se quedaría en la comida,
aunque nosotros ya contábamos con que seríamos uno más.
Empezó justificando su
ausencia en la comida de Navidad en los últimos años, pero que teníamos que “tener
claro el por qué”.
Y con gesto serio continuó:
-El
motivo de entrometerme en vuestra comida, no es otro que despedirme de ustedes.
Nos habíamos quedado
bastante cortados mirándonos los unos a los otros, cuando continuó:
-Ni
os podéis imaginar lo duro que han sido estos seis últimos años para mí, pues
aunque todos sabéis de mi rigor y de mi exigencia en el trabajo, mi mayor
esfuerzo y lucha diaria en estos años ha sido mantener vuestros puestos de
trabajo, y evitar los despidos y la deslocalización de la empresa que nuestros
superiores pretendían, pero gracias a Dios esto a ustedes, solo se os ha
quedado en recortes económicos de las pagas extraordinarias, y ese es el único
precio que habéis pagado.
Deciros
que a mí el salario se me quedó en la mitad, pues era una de las condiciones
que oferté para manteneros a todos en vuestro sitio, amén de negociar mi marcha
que se producirá a final de mes, sin tener que pagar la empresa ninguna indemnización,
y ni siquiera retiro el plan de pensiones que me corresponde, ya que solo me jubilo
anticipadamente y amortizan así mi puesto de trabajo ahorrándose un dinero.
Os
doy las gracias a todos por vuestra colaboración y trabajo, ya que gran parte
del éxito de mis propuestas se ha debido a que hemos mantenido el crecimiento
de las ventas.
Sólo
quiero que sepáis de mi esfuerzo por manteneros a todos en vuestros puestos, y
que estéis tranquilos por mí, ya que aunque no para lujos, pero si tengo para
vivir holgadamente el tiempo que me quede.
Perdonadme
el daño que sin querer os haya podido hacer y gracias por todo lo que me habéis
dado.
No pudo seguir dando la mano a todos, pues con un sollozo
acabaron sus últimas palabras.
Lo vimos salir del bar cabizbajo,
a paso lento y sin mirar atrás, desapareciendo de nuestras miradas y de
nuestras vidas, y ya nadie supo de él ni
de su familia.
Al cabo de los años supe que
se había retirado a un pueblo de la provincia de Huesca, donde tenía la antigua
heredad de sus padres, que arrendaba como “casa rural”.
Era una buena persona aunque
nunca lo entendiéramos.
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