lunes, 15 de enero de 2018

Indigencia vocacional

Como no podía ser de otra forma, siento un gran respeto por las personas que lo pasan mal, por ese “señorío” con que algunas llevan sus desgracias y escaseces, al igual que entiendo que las personas que llevan una vida normalizada en sufrimientos no buscados, intenten ayudar o no, deben ser muy respetuosas a la hora de echar una mano: esto se refiere a actuar sin prepotencia, sin descaro, sin intentar  dar lecciones y concejos sin que estos te sean requeridos.
                                                               


Por eso me llamó la atención ver a un señor, que conocía de vista aunque cuando nos cruzábamos nos dábamos los buenos días u otro saludo, rebuscando a primera hora de la mañana en unos contenedores donde tiraban alimentos perecederos caducados o en malas condiciones un supermercado de la localidad.
Me preocupó la situación de este hombre, que vestía normal e iba siempre aseado, que vivía en una casa grande y casi nueva, pero que estaba siempre sólo.
Pregunté a un amigo que colabora con Cáritas, y  me estuvo hablando sobre la historia de este hombre, de su vida y de algunos de sus porqués.
                                                                 


“Se llama Luis Expósito, me contó,  no es del pueblo sino de Sevilla, y vino aquí cuando se jubiló anticipadamente de Renfe. Al poco de llegar entabló amistad con Mercedes, la dueña de la tienda de ropa de la calle Mayor. Esta mujer tuvo su primer hijo siendo muy joven, embarazada por un médico del que era su enfermera, y del cual este se desentendió. Se casó después de varios años con otro hombre con el que tuvo una niña, divorciándose de él por malos tratos, y desde entonces vivió y sacó adelante a su familia con su trabajo. Era una mujer muy emprendedora, como se dice ahora al referirse a la gente que se lanza a un negocio porque no encuentra trabajo.”
“Pasó apenas un año cuando Mercedes y Luis se fueron a vivir como pareja a la casa  que tenía este último, que remodelaron y ensancharon al gusto de Mercedes, y todo parecía ir bien cuando se quedó nuevamente embarazada de una niña.”
“Eran una familia feliz, entrando y saliendo como cualquier otra familia, pero un día nos encontramos con que ella se marchó a vivir a otro sitio con  sus tres hijos, y este hombre se quedó solo.”
                                                                     


“Nadie sabe las causas de esta separación, pero desde entonces este hombre se encerró en su casa y salía lo imprescindible, se ha vuelto desconfiado de todo, no se le conocen amigos o allegados diferentes a esta unión que tuvo, y lo curioso del caso es que no tiene relación con su hija que ya es mayor, que incluso se casó (el padre no fue invitado a la boda) y le dio nietos.”
“Pero Luis no te creas que es un indigente, no. Tiene una más que mediana pensión como jubilado que no gasta, sólo en lo estrictamente necesario. Sale por las mañanas a comprar una bolsa de pan de esas de cinco por un euro, y no se le conoce ninguna otra compra. Lo que necesita lo busca en contenedores o de rebuscas en el campo.”
                                                                     


“Se cree que tiene ahorrado bastante dinero, pero él ya ves cómo vive.”
Aquello me dio que pensar y acordarme de un refrán: Dios le da pañuelo a quien no tiene mocos.
Es una pena decir esto, pero hay quien vive miserablemente para ser el más rico del cementerio.


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