La vida es movimiento; te
hace cambiar, adaptarte a tu entorno, te hace pertenecer a una tribu, a un
determinado conjunto de individuos, pero hay veces que voluntariamente y otras
forzado por el devenir de nuestro particular itinerario atávico, hace que puedas
encontrarte con que has quedado
desubicado.
on catorce años, era el
primero de su curso con diferencia, pero no se lo tenía creído. Siempre estaba dispuesto
a echar una mano a sus compañeros, que ante cualquier duda o problema, acudían
a él en vez de al profesor.
Como también era un
experimentado informático, asesoraba a la dirección del colegio ante cualquier
eventualidad. Se había leído casi todos los libros de la extensa biblioteca
paterna, y además de todo lo anterior, tocaba magníficamente el piano, a lo que
había llegado de forma autodidacta.
Todo esto se entenderá mejor
si decimos que tenía un coeficiente intelectual de 170, o sea, que era de ese
pequeño núcleo que se denominan superdotados.
Pero no era para nada
introvertido, ya que era proverbial su sentido del humor y la simpatía que
derrochaba a su alrededor. Pero, pero, (siempre hay un pero), nadie es
perfecto.
Usaba gafas de gruesos
cristales desde pequeño, y lo peor es que padecía una obesidad mórbida que le
afectaba en su día a día de forma importante, ya que no era fácil mover un
cuerpo como el suyo de 1,72 m. de altura y de
195 Kg. de peso.
Llegó un momento que la
gordura que padecía ponía en peligro su vida, por lo que tuvo que ponerse en
manos del equipo de endocrinología del Hospital Universitario de su localidad,
que después de evaluar todos los parámetros, lo puso en un riguroso tratamiento
para que perdiera quilos, a la vez que le practicaban una delicada operación
para reducirle el estómago.
Y así fue, como nuestro
amigo Arturo empezó a convertirse en otra persona física, pero esto le hizo en
paralelo volverse en otro tipo de individuo; más introvertido, menos
participativo y voluntarioso, incluso tenía frecuentes cambios de humor y largos
periodos de melancolía, y cuando se le
contradecía, estallaban en enormes estallidos de ira.
Ingresó a la universidad con
16 años, y en dos años se había sacado las carreras de ingeniería informática y
de física, pero para entonces ya nada era igual en su vida.
De estar siempre rodeado de amigos,
se convirtió en un ser taciturno y agrio, aunque eso sí. Ahora pesaba 87 Kg.
Nadie es perfecto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario