Se nos educa desde pequeños,
que hay que reciclar para mantener la salud de nuestro planeta, pero después,
hay quien lo hace y hay quién no, estos últimos aduciendo razones espurias,
pero que lo que de verdad esconden es desgana, insolidaridad e incivismo.
Yo, intento reciclar todo lo
más posible, pero siempre quedan muchos huecos para poder hacer las cosas
correctamente.
Reciclamos papel y cartón,
vidrio pero no cristal, plásticos, envases de todo tipo, pilas y baterías, bombillas,
medicamentos, ropa que ya no usamos casi nueva, materia orgánica, pero ¿Qué
hacer cuando hay que tirar el aceite no apto ya? ¿Tirarlo por el desagüe del
fregadero? ¿Qué hacer con los pequeños electrodomésticos? ¿Y con el metal? ¿Y
con las ramas y hojarascas que sacamos de nuestros jardines? ¿Y con la ropa
inservible y las telas?
Hace poco me encontré con el
dilema de qué hacer con un viejo y antiguo ordenador; preguntando a un técnico
en reparaciones, me dijo que cuando tenía que desprenderse de algo, lo tenía
que llevar a un punto limpio que está a cuarenta y cinco kilómetros de donde
vivo.
Otro problema es la recogida
de los contenedores para reciclar, que a veces tardan tanto, que cuando ya no
cabe más, las gentes van dejando en bolsas alrededor, lo cual ofrece un aspecto
lamentable. Creo que la administración a quien corresponda, debería demostrar
más celo en su trabajo para no aburrir a los bienintencionados.
Pero con todo esto no
solucionamos de verdad el problema, ya que mientras no se prohíban los
materiales no degradables o reciclables, mientras no se instaure la cultura de
que sólo se cambia algo cuando ya es imposible arreglarlo, hasta cuando mande
la utilidad sobre la moda, y sobre todo,
no nos mentalicemos del problema, no se empezará a solucionar la enfermedad del
planeta.
Recuerdo en mi niñez, cómo
el comercio utilizaba solo bolsa de papel, cómo los fruteros, pescaderos y
carniceros utilizaba papel de estraza para liar lo que se había comprado, cómo
para llevarte una casera o una cerveza, tenías que llevar el casco vacío o te
cobraban el envase, cómo cada mujer (entonces la compra la hacían casi siempre
las mujeres), llevaba a la plaza una bolsa de red donde cabía lo grande y lo
pequeño.
Luego llegaron los
hipermercados, que nos embarraron con sus bolsas de plástico todo, además de
acabar con el pequeño y cercano comercio. Menos mal que parece que vuelven a
florecer, que ya se va extinguiendo la moda de ir a las grandes superficies a
comprar lo de todo el mes y dejar sólo para los desavíos a la cercana tienda.
Tú, yo, nosotros, vosotros y
ellos, seremos los culpables de dejarles a nuestros hijos y nietos un
estercoleros o un sitio donde merezca la pena vivir.
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