Era un precioso pueblo de la
Sierra de Candelario, Salamanca, donde desde siempre corrían las aguas
provenientes de la montaña mansamente, pero en aquel verano fatídico todo
cambió.
Empezó a caer en dos días
interminables el agua de años,
acompañada de abundante granizo y viento, lo que convirtió en un río de enorme
caudal la principal arteria de la población, y cuando todo acabó, dejó mucho
barro, coches sepultados y algunas casas
que debido a su antigüedad no soportaron los envites de los elementos.
Cuando los servicios de
emergencia y la guardia civil acudieron para ayudar y evaluar daños, en una de
estas casas semiderruida se encontraron una sorpresa: Y es que al caer uno de
estos muros antiguos, se encontraron con dos cadáveres de hombre y mujer que habían
sido emparedados no se sabía cuando, ni quiénes eran, ni quien había sido la
mano ejecutora del tremendo crimen.
Los dos cuerpos presentaban
signos de disparos, lo que seguramente les causarían la muerte, o quizás hubiesen
muerto después de emparedados, no se sabía.
En aquel edificio vivía un
hombre solitario de cerca de noventa años, que cuando se enteró del suceso,
subió tranquilamente a los altos de su derruida casa, y descolgando una
escopeta de caza de cañones recortados, se suicidó disparando con los dos
cañones dentro de su boca.
La investigación duró casi
un año, pero antes ya se supo que el cadáver de la mujer era Carmela, mujer del
suicida Álvaro, que dijo en su momento a todo el mundo que lo quiso escuchar,
que su esposa lo había abandonado para marcharse con un tal Anastasio, vendedor
itinerante que aunque fue buscado por su familia y denunciado el hecho, nunca
apareció, y a este correspondía el segundo cuerpo encontrado en la pared.
En todo este drama fue
determinante la declaración de un vecino octogenario del pueblo, Manuel, que
declaró a la policía que siempre había sospechado del asesinato y muerte de
Carmela, aunque su supuesto asesino Álvaro, se equivocó de amante de su esposa,
ya que él, Manuel, fue su amor oculto de año y medio antes de la desaparición, cuando ya tenían un plan muy
estudiado para desaparecer del pueblo y establecerse al sur de Francia, donde
tenía algunos parientes.
Hoy el pueblo está casi
abandonado, aunque Manuel que sigue con su campo, vacas y ovejas, nunca
olvidará este drama, y que un día de final de julio y después de muchos vinos,
me contó.
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