lunes, 26 de agosto de 2019

Drama dentro de la tragedia


Era un precioso pueblo de la Sierra de Candelario, Salamanca, donde desde siempre corrían las aguas provenientes de la montaña mansamente, pero en aquel verano fatídico todo cambió.
                                                                  


Empezó a caer en dos días interminables el agua de  años, acompañada de abundante granizo y viento, lo que convirtió en un río de enorme caudal la principal arteria de la población, y cuando todo acabó, dejó mucho barro,  coches sepultados y algunas casas que debido a su antigüedad no soportaron los envites de los elementos.
                                                                     


Cuando los servicios de emergencia y la guardia civil acudieron para ayudar y evaluar daños, en una de estas casas semiderruida se encontraron una sorpresa: Y es que al caer uno de estos muros antiguos, se encontraron con dos cadáveres de hombre y mujer que habían sido emparedados no se sabía cuando, ni quiénes eran, ni quien había sido la mano ejecutora del tremendo crimen.
                                                                    


Los dos cuerpos presentaban signos de disparos, lo que seguramente les causarían la muerte, o quizás hubiesen muerto después de emparedados, no se sabía.
En aquel edificio vivía un hombre solitario de cerca de noventa años, que cuando se enteró del suceso, subió tranquilamente a los altos de su derruida casa, y descolgando una escopeta de caza de cañones recortados, se suicidó disparando con los dos cañones dentro de su boca.
                                                                        


La investigación duró casi un año, pero antes ya se supo que el cadáver de la mujer era Carmela, mujer del suicida Álvaro, que dijo en su momento a todo el mundo que lo quiso escuchar, que su esposa lo había abandonado para marcharse con un tal Anastasio, vendedor itinerante que aunque fue buscado por su familia y denunciado el hecho, nunca apareció, y a este correspondía el segundo cuerpo encontrado en la pared.
                                                                       


En todo este drama fue determinante la declaración de un vecino octogenario del pueblo, Manuel, que declaró a la policía que siempre había sospechado del asesinato y muerte de Carmela, aunque su supuesto asesino Álvaro, se equivocó de amante de su esposa, ya que él, Manuel, fue su amor oculto de año y medio antes de  la desaparición, cuando ya tenían un plan muy estudiado para desaparecer del pueblo y establecerse al sur de Francia, donde tenía algunos parientes.
Hoy el pueblo está casi abandonado, aunque Manuel que sigue con su campo, vacas y ovejas, nunca olvidará este drama, y que un día de final de julio y después de muchos vinos, me contó.

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