jueves, 7 de marzo de 2019

Futuro imperfecto


Habían pasado muchos, muchos años, y todo estaba cambiado. Ahora la energía que se utilizaba era toda solar, los coches habían desaparecido y la gente se desplazaba o por los supersónicos trenes subterráneos que surcaban la ciudad en todas direcciones, o por el aire en artefactos dirigidos autónomamente, y los trabajos más duros o más técnicos eran realizados por robot de inteligencia artificial.
                                                                     


Todo era silencio y no se escuchaba nada, (quien supiera escuchar), ya que cada persona llevaba implantado un pequeño chip de grafeno con el que se comunicaba mentalmente con quien quería.
Las enfermedades prácticamente habían desaparecido, por lo que había gente que llegaba a más de doscientos años, y a pesar de lo cual la población disminuía rápidamente, pues no había nacimientos apenas, y la principal causa de muerte era el suicidio, que se planificaba de muy diversas formas y era aceptado.
                                                                   


Sucedió, que un día llegaron unas gentes que no se sabía de dónde, con una forma de vida muy antigua, pues se comunicaban directamente con el habla y los gestos, y se  volvieron a escuchar, para quien supiera oír, risas, charlas, discusiones y hasta parlamentos, ante el asombro de aquella sociedad tan adelantada.
Estas gentes que no se mezclaban con los demás porque no las entendían, constituyeron parejas y empezaron a nacer niños como en siglos pasados, para el asombro de propios y extraños.
                                                                         


Y he aquí que aquellas viejas costumbres de trato y comunicación se incrementaron y contagiaron, con lo que se planteó en las más altas instancias si esa vuelta a atrás se toleraría, por lo que habría que empezar por enseñar a comunicarse a quien quisiera esa vuelta a los principios.
Fue una autentica revolución lo que estas nuevas formas produjeron, pero llegaron al acuerdo de que si esto iba a mejorar la vida de las personas y a que se iniciara nuevamente los nacimientos de nuevos humanos, era positivo.
                                                                    


Y el ser humano renació de sus cenizas con el trato, la palabra y las relaciones de pareja que contribuyeron a la procreación, aunque hubiera que empezar con nuevos planteamientos.
No siempre empezar de nuevo es malo.

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