lunes, 20 de diciembre de 2010

Los Reyes Magos del recuerdo

Para los niños era el día más esperado del año, el día de Reyes. Antes creíamos en los Reyes, no éramos tan republicanos. Entonces no se celebraba Papá Noel el 25 de Diciembre, bendito sea Dios, sino que sólo había regalos el 5 de Enero por la noche, que era cuando los niños creíamos que los Reyes entraban a las casas con los enormes sacos de juguetes y se los dejaban a cada niño en función de lo buenos que hubieran sido en el año. Algunas veces nos dejaban también a los malos y rebeldes. También había costumbre de dejar los zapatos en el balcón para que los llenaran de caramelos. Los pobres les metían cartones dentro para que los caramelos no se cayeran por los agujeros de las suelas, aunque pocas veces había allí caramelos. "Cuando veas a un pobre comerse un pastel, uno de los dos está malo".

                                                                               
Todo empezaba al principio de las Navidades con la Carta a los Reyes, donde se les explicaba a sus majestades cómo habíamos sido durante el año y todas las cosas que queríamos que nos trajeran. Dichas cartas, eran echadas al correo o entregadas en mano en algunos de los muchos sitios en que se ponían sus enviados. Las mías casi siempre se perdían antes de llegar a su destinatario.

Así era corriente ver, a la entrada de jugueterías o en algún Portal de Belén, a un Rey determinado que te sentaba en sus rodillas y tú le dabas la carta y le anticipabas algunas cosas. El te daba caramelos y si querías te podías hacer una foto con él. Por supuesto del fotógrafo profesional que allí había.

Ese mismo día cinco, salían Cabalgatas de Reyes en casi todas las ciudades de España y en algunos pueblos. Los niños iban con sus padres a verlas y a poder coger algunos caramelos de los que tiraban desde las carrozas. Yo me quedaba en el negocio familiar que vendía precisamente eso, caramelos.

                                                                             
En algunas familias era tradición comprar ese día el Rosco de Reyes y que era de masa, o sea que entonces no se rellenaba de ninguna cosa, solo llevaba un regalo en el interior y daba suerte al que le caía en el trozo.

Ni que decir tiene que ese día los niños nos acostábamos temprano, pues sus majestades podían llegar en cualquier momento. Era en ese momento cuando los padres, entre copitas de anís y mantecados iban colocando los juguetes a los pies de la cama de cada niño, o en el salón de la casa con carteles para que cada uno supiera que era lo suyo. Yo siempre lo mío, lo distinguía de lejos.

Siempre nos dormíamos con la duda si ese año nos traerían carbón, que era lo que le dejaban a los que se habían comportado mal.

Ya os podéis imaginar cómo eran los amaneceres del día 6. Cuando ya se veía claro nos levantábamos a ver qué nos habían traído. Normalmente todas las caras eran de felicidad, porque ¿Quién no ha disfrutado haciendo feliz a un niño? Y sobre todo ¿Quién no ha sido niño?


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