jueves, 12 de abril de 2012

Un hombre bueno


“Toda Verdad pasa por tres fases: primero, es ridiculizada. Segundo, se le opone violentamente. Y tercero, es aceptada como auto-evidente."
Si, se veía como una buena persona. Era un hombre de misa y comunión diaria, trabajaba para Cáritas una vez por semana ordenando las cuentas y participando en las decisiones para repartir entre los necesitados los recursos que les llegaban de los católicos de toda la diócesis. Vivía modestamente aunque tenía varias empresas, muchas casas, pisos, locales, y un buen montón de dinero en el banco y en otros sitios, a pesar de que esta crisis había menguado en algo el porcentaje de sus ganancias actuales.
Lo uno no le quitaba lo otro. Creía firmemente que actuaba correctamente, aunque su confesor el padre Genaro ya le había advertido que tenía mucho que mejorar, sobre todo con su obsesión de juntar dinero a toda costa y en su relación con el prójimo.

                                                                
No se arrepentía de haber dejado en la calle a mucha gente, pues aunque las empresas iban bien, los dineros que había desviado de estas hacia especulaciones inmobiliarias que le habían reventado en las manos, la “burbuja”, no las iba él a pagar, pues eran cosas de los negocios.
De la misma forma que a los empleados que no había echado, les había bajado el sueldo sin muchas protestas, pues para eso lo primero que había despedido era a la gente más conflictiva: sindicalistas, comunistas y socialistas, con lo cual había saneado sus empresas de gente indeseable y rebelde.  Aquí el único que pensaba era él, los demás a callar y a trabajar.

                                                              
Y esta misma disciplina que imponía en el trabajo la llevaba también a su familia aunque su mujer no parara de llorar a todas horas, pues sus dos hijos Damián y Tere se marcharon de casa nada más llegar a la mayoría de edad y sin acabar los estudios, por no  aguantar a su “santo” padre.
Ni siquiera conocía a su nieto Iván, pues no quería dar su brazo a torcer. El tenía la razón de su parte.
                                                                
Vivían, pues, prácticamente aislados, ya que con el resto de la parentela tampoco se llevaba bien, pues lo único que querían de su persona eran los favores de su dinero y a eso no estaba dispuesto aunque lo dejaran más sólo que la una.
Había vuelto hacía poco de un viaje al extranjero, pues las cosas aquí no iban bien con tanto embrollo político, así que había puesto su dinero a buen recaudo en cuentas en paraísos fiscales. Su dinero era solamente suyo. Bastante aportaba a la comunidad con su bien hacer y sus sabios concejos. “Que cada palo aguante su vela”, decía.
Lo único que le dolía es que al estar alejado de su familia, no había podido poner a ninguno de sus hijos al frente de los negocios, con lo cual temía lo que pasara después de su muerte, pero gracias a Dios el estaba sano, se cuidaba mucho, con lo que estaba seguro que le quedaban muchos años de vida.

                                                               
Pero el destino o Dios quiso que una mañana dando su habitual paseo hasta sus oficinas, un taxi lo arroyara en un paso de cebra y muriera casi instantáneamente, por lo que había muerto así sin pensarlo, sin previo aviso, ya que no entraba en sus planes ese absurdo accidente que cortaba el hilo de tan bienhechora mano.
En su funeral todos hablaban de las obras de caridad en que participaba, de la irreparable pérdida que significaba para el mundo empresarial, de la forma que todos echarían en falta  la presencia de  “este hombre bueno”.

4 comentarios:

  1. No es el unico que tiene dos caras. Roberto

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  2. Gracias por tu comentario y un abrazo para ti y Blanqui.

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  3. Alguno de estos conozco (por aquí, por las tierras verdes). La mayoría vinculados al Opus. A mi, personalmente, no me parecen ni buenos, ni malos; simplemente están muy limitadinos en el tema de las neuronas. Son fanáticos y, por tanto, acríticos; especialmente consigo mismos (esto último es difícil para todos).
    Y ya puestos a "echar la lengua a pacer", también diré que me parecen algo cobardes: admiten todo lo que les viene de afuera (convencionalismos, consignas, imagen social...) sin la más mínima rebelión.
    Si no fuese por las putaditas que, en ocasiones, hacen darían lástima.
    La mejor manera de defenderse es conocerlos y verlos venir.
    Un saludo.

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    1. Esas personas se creen que en el cielo cristiano, si existe, hay un sitio para ellos con su nombre, preparado para cuando fallezcan. ¡Que sorpresa se llevará alguno!
      Gracias por tu comentario-

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