No tengo ninguna autoridad y por supuesto no soy nadie, para hablar o predicar sobre las
virtudes o los vicios de todos, pero hoy me propongo reflexionar en voz alta
sobre lo que me parecen cosas que o han perdido su sentido o que ya no significan
nada.
Ahí van mis reflexiones.
Empecemos por la honradez, ya que hace poco veía una
noticia de prensa donde decía cómo un inmigrante marroquí, había devuelto en
una comisaría de policía una bolsa con 500.000 euros que encontró en un parque.
Esto no debería ser noticia, pues si consideramos que nadie se debe de quedar
con lo ajeno, es una acción normal de cualquier persona, pero en esta noticia
se dice que el que devolvió lo encontrado era inmigrante, esto es más inusual,
pues solemos mezclar la palabra inmigrante a alguien normalmente fuera de la
ley. Reseñar que al inmigrante se le pidieron sus papeles. ¿Esto es celo,
desconfianza o asombro?
Ética. La Real Academia de la lengua la define como
conjunto de normas morales que rigen la conducta humana.
La imagen que tenemos del político, del funcionario,
de los jueces, del empresario o del trabajador no se acerca ni por asomo a esta
definición, y sin embargo deberíamos saber que las personas que incumplen las
normas morales son una minoría de estos colectivos, y sin embargo tendemos a
identificarlos a todos como gente sin
escrúpulos ni ética que van cada uno a ver que se pueden llevar para su
exclusivo beneficio.
“Te doy mi palabra de honor”. Cuando decimos esto a
otra persona, estamos comprometiéndonos con la verdad, con el cumplimiento de
un trato, estamos dándonos como compromisarios del acto al que nos referimos,
sin embargo tengo que decir por experiencia, que la mayoría de las veces
mentimos o no le damos ningún valor a esta palabra dada como hombres de honor,
interpretándola como una forma de hablar.
Educación, buenas y sanas costumbres, cómo nos
relacionamos con nuestro entorno. Cosas ya casi olvidadas en la mayoría de los
mortales.
Debería ser normal cederle el asiento en el
transporte público a un anciano, a una mujer embarazada, a un enfermo.
Sentarnos sin quitarnos los zapatos, sin poner los pies en el asiento de
enfrente, no gritar, no molestar a los que están a nuestro alrededor, no fumar
en los sitios prohibidos.
Los médicos, los profesores, los policías, hasta los
mendigos y la gente que no piensa como nosotros son agredidos para imponer
nuestros criterios o nuestras razones. Sin querer ser pesimista ¿Observamos
normalmente buenas costumbres y gestos civilizados? Respondámonos a nosotros
mismos.
¿Y la mentira? Decía un antiguo catedrático que hay
tres formas de mentir: La mentira propiamente dicha a sabiendas, la verdad a
medias que no nos compromete a nada y la estadística, ya que a través de ella
demostramos con gráficos sólo lo que nos interesa.
Tendríamos que ir todos a una insurrección moral
contra la podredumbre de los políticos, los poderosos y de las instituciones
que los cobijan.
Como libro de cabecera podemos coger cualquier
periódico de cualquier tendencia para ratificar en qué han quedado las normas
morales de cualquier individuo, y en estos días vemos como se recorta el
bienestar, la honestidad y el esfuerzo, para asentar la desigualdad. Confunden
equilibrio con equilibrismo.
No solamente la virtud siempre ha estado en minoría
sobre la tierra, sino que todo parece conspirar contra la felicidad pública.
Deberíamos convertirnos en un disciplinado ejército
para luchar por que las palabras, los actos y los hechos que nos definen como
seres racionales, tuvieran nuevamente un significado positivo que fuera capaz
de retomar estas disciplinas tan olvidadas en los terribles días en que estamos
viviendo.
Desolado en mi burbuja, a 13 de julio del 2012
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