Nos habíamos reunidos los
amigos para programar el fiestorro de fin de año. Estábamos apuntando lo que
había que comprar y calculando el presupuesto, cuando a uno de los colegas,
Bernardo, se le ocurrió una peregrina idea.
“Llevamos de fiesta en
fiesta y de borrachera en borrachera desde que empezaron la Navidades, por lo
que estoy pensando que con lo mal que están las cosas y con la cantidad de
gentes que carecen de lo imprescindible, debiéramos de plantearnos gastarnos el dinero de Nochevieja de otra
forma”.
Se hizo un silencio
expectante a la espera de que alguien dijera algo, y fue Maite la que dio la
idea.
“Podríamos ir a visitar a
toda esa gente que duerme en las calles y llevarles bebidas calientes y algo de comer, iríamos en
los coches y sería un fin de año que podremos contar a nuestros hijos, pero
primero deberíamos saber que os parece y
quien se apunta a esta aventura”.
Algunos empezaron a
excusarse con mejores o peores razones, pero en total nueve estábamos de acuerdo
y no pudieron convencernos para renunciar a lo que pretendíamos.
Una vez que sabíamos cuantos
éramos, empezamos a discutir el qué llevaríamos y en la forma de organizarnos.
Para recorrernos Sevilla,
nos dividimos en tres grupos con un coche cada uno, en donde cargamos un montón
de ropa de abrigo que conseguimos de nuestras familias y amigos, mantas nuevas
que compramos, así como grandes termos de leche con cacao y caldo de pollo,
envases de diferentes zumos y vasos de un solo uso. Hicimos un montón de
bocadillos surtidos, paquetes de galletas individuales y un montón de dulces
caseros.
Quedamos en vernos en casa
de María cuando acabáramos el periplo, así que el mismo día treinta y uno sobre
las siete de la tarde, nos pusimos en marcha cada grupo hacia una parte de la
ciudad donde pensábamos que encontraríamos
a estas personas abandonadas de la fortuna.
A nosotros nos tocó el
barrio de “Los Remedios”, que recorrimos de punta a punta parándonos con todos
los indigentes que nos encontramos, repartimos todo el material que llevábamos,
charlamos con ellos y aunque no preguntábamos, escuchamos historias increíbles
que en otra ocasión os narraré.
Fue maravillosa para
nosotros la experiencia, pues estuvimos hablando entre nosotros hasta bien
entrada la mañana del día uno quitándonos la palabra los unos a los otros, ya
que cada uno quería contar lo suyo. Por contar algún retazo os contaré, que a
uno de los grupos ya se les había acabado todo, cuando encontraron a un grupito
de personas calentándose alrededor de una hoguera ateridos de frío. Jorge se
quitó su chamarro de marca para dárselo a un chaval en camiseta con lo que Rafa
y Yolanda hicieron lo mismo con sus prendas de abrigo para no ser menos. El
problema vino luego para explicarle a la novia de Jorge, que había regalado la prenda de marca cara, el
magnánimo gesto.
Todos coincidimos que fue el
mejor fin de año de nuestra vida, y para mí fue
una intensa felicidad interior de esas que se sienten pocas veces en la
vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario