sábado, 15 de junio de 2013

El gorrión engañado

Era una princesita recluida en un torreón del castillo de su padre, que no quería contaminarla con amistades peligrosas, pues quería casarla con el sucesor del reino de su señor, el Rey.
Pero un día, recién iniciada la primavera, las hormonas de esta niña empezaron los estragos propios de la edad madura que estaba alcanzando; empezaron a inflarse sus pezones, un vello púbico empezó a nacer, y su ánimo revuelto requería respuestas, que nadie le daba, pues estaba rodeada sólo de damas que tenían que mantenerla aislada de cualquier información personal y exterior.

                                                   


En uno de esos días de incertidumbres y deseos no comprendidos, llegó a su ventana un gorrión exhausto y herido que ella recogió con sus primorosas manos y empezó a curarlo, pero cual no fue su sorpresa, cuando este se convirtió como por ensalmo, en un agraciado paje.
El Duque dormía, cuando lo despertaron unos gritos de placer provenientes del torreón de la niña.
Al acudir, su hija le explicó todo lo anterior con el terror transfigurando su rostro, pues su padre había desenfundado su espada y estaba dispuesto a matar al galán, cuando este se reafirmó en que era un pájaro cuando se vio transfigurado en humano, y lo demás no sabía por dónde le había venido.
                                                     


Ante las súplicas de su única hija, el buen hombre se pensó que hacer sin dañar su honor y el de su estirpe, por lo que convino que el joven amante de su hija y en el mayor de los secretos, se incorporara al ejercito que formaba para luchar contra los sarracenos.
Y hacia las fronteras partieron para impedir el avance enemigo, tardando en volver al ducado más de cinco años, pero cómo de grande sería su sorpresa, cuando al llegar se encontró el buen chaval, que su princesita ya tenía tres hijos.
                                                     


A los requerimientos de respuestas por parte del doncel, ella con la mayor ingenuidad, le relató que el tiempo que su señor había estado en batallas, habían llegado a su ventana algunos gorriones, tan herido como él llegó, y que al darles cuido se había vuelto a producir el ensalmo, y que sus tres hijos provenían de estos pájaros convertidos en humanos tras sus cuidos.
El señor duque y padre de la princesita, no pudo reprimir una muesca irónica ante esta nueva historia que ya venía de largo, por lo que, como un mal menor para salvaguardar su honor, les dio vivienda en una parte del castillo, no sin antes casarla formalmente con el dulce mancebo, que ya era todo un hombre.
                                                  


En el tiempo que pasó en próximos años, tuvieron dos hijos más, ya sin la duda de a qué “gorrión” pertenecían.
Ni que decir tiene, que cualquier pájaro que pasara por el condado, era abatido inmediatamente, y aunque el sucesor del ducado mataba a todos, su esposa intentaba reanimarlos para ver si el milagro volvía a producirse.

Y fueron felices, puesto que ya ningún “pájaro” foráneo cruzaba sus lindes.

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