viernes, 13 de diciembre de 2013

Cuento de Navidad

Estaba leyendo tranquilamente en mi burbuja, cuando me llamó Sonia, amiga desde el instituto y enamorada ocasional, pero quiero decir en mi descargo sentimental, que mi rechazo instintivo no iba relacionado contra ella prioritariamente, sino contra su corrupta familia, que no compensaba mis concupiscencias hormonales propias de aquella edad.
                                                    


Su padre, gran prohombre en una determinada época, ya no era él mismo, pues lo habían encarcelado según ella injustamente, ya que el sólo miraba por su negocio que era a todas luces un poco extraño.
Era un “conseguidor” que llegó a ser alcalde de su pueblo, e incluso lo puso en el mapa de España, más por los escándalos urbanísticos que por lo pintoresco del sitio.
Total, el sólo se quedaba con el 15 o el 20% de lo conseguido, por lo cual no entendía que fuera un chivo expiatorio de todo en lo que había participado.
También creó un fondo piramidal donde ofrecía el 12% de ganancia al que le confiara sus ahorros. Aquí cayeron un montón de jubilados que depositaron su confianza en semejante y “listo” individuo. Una autentica joya del zoológico humano.
                                                 


La Navidad se presentaba triste, pues aunque nunca les faltaría de comer y la familia sabía de dónde había que coger el dinero, tenían que tener cuidado con los lujos que se permitían,sobre todo para que la justicia no se enterara nunca de donde salía el dinero actualmente, por lo que este año no habría angulas de Aguinaga, ni percebes, ni bogavante marinado a las finas hiervas. Habría que conformarse con comidas más sencillas.
La cocinera Luisa junto con la criada Lola, pertrechadas con dinerito fresco recién salido del “horno”, se fueron al “Club del Gourmet” del Corte Inglés, a comprar las “pobres” viandas de una cena de Navidad discreta:
Medio cordero lechal, un poco de jamón de Sánchez Romero Carvajal de 5 jotas, algo de foie gras francés de oca, surtido de Ibéricos, salmón noruego ahumado, una tarrina de caviar iraní, y algunas veleidades que no vienen al caso descubrir.
De vino escogieron unas botellas de Vega Sicilia, unas pocas botellas de champán francés y dos botellas de “Chiva Regal “ de 25 años.
                                                   


El día 24 estuvieron en la cárcel viendo a su padre, por consolarlo en fechas tan señalada, sorprendiéndose por que estaba de buen humor, pues sabía, les dijo, que cuando saliera de allí, lo cual ocurriría en pocos meses, cambiarían de aires para no tener que pasar calamidades en este país de desagradecidos.
No le remordía la conciencia por haber arruinado a tanta gente, ni por haber echado a todo el personal de sus empresas a las que había vaciado de dinero anteriormente.
Era él o los demás . Que se jodieran, pero a su familia no les faltaría nada en varias generaciones, aunque claro está, en algún desdibujado y tranquilo país de otro continente.
Pero todo se fue al garete, cuando el mismo día 25, el padre de mi amiga murió en la cárcel de un aneurisma que fue irreversible.
Que Dios me perdone, pero a cada cerdo le llega su San Martín.


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