Era
una displicente y calurosa tarde de finales de Julio y me relajaba
tendido en una tumbona en la piscina de la comunidad leyendo relatos
de Jorge Luis Borges, cuando me distraje con la conversación de
algunas damas que estaban en mi proximidad.
Estaba
en una de esas etapas en donde captas toda la belleza y el embrujo
que hay a tu alrededor, sintiéndote unido al bien infinito que
compone la naturaleza de tu entorno, y que te deja pendiente de lo
subliminal y en ese maravilloso momento en que te sientes espíritu
puro.
Aunque
de forma totalmente involuntaria y ya que me habían jodido de mi
abstracción espiritual, me metí en la conversación de aquellas
mujeres para contradecir el concepto que tenían de sus cónyuges,
amigos o maridos.
Palabrería
y juego en vano, pues cuando varias mujeres están juntas es
imposible llevarles la contraria, aunque noté que algunas estaban
conmigo.
Me
retiré educadamente fuera del perímetro de sus voces, he intenté
seguir con la lectura de mi admirado escritor de culto, pero llevaría
como diez minutos concentrado en la lectura, cuando se me acercó una
chica de unos diecisiete o dieciocho años que estaba por allí.
-Hola
Juan, ¿tendrías un momento para hablar conmigo?
Estaba
tan concentrado en lo mío que apenas me di cuenta de su presencia
hasta que se sentó a mi lado.
-Perdona
¿De qué quieres hablar?
-No,
es que te escuchado antes discutir con esas cotorras y me han
encantado tus planteamientos.
-No
recuerdo lo que he dicho exactamente, por lo que no sé a qué te
refieres.
-Es
que verás, aunque tú me consideres una pipiola, yo ya tengo
experiencias personales, y no solamente de sexo que lo práctico con
asiduidad cuando me apetece, sino que también soy capaz de pensar
por mí misma.
-Pues
muy bien, ¿Y qué más?
Yo
estaba totalmente cortado y a la defensiva, pues no sabía por dónde
iba a salir aquello. No estaba preparado para responder a una
espectacular mujer en la flor de su juventud. Me sentía Romeo, pero
con muchos años más.
-Pareces
de piedra, ¿Es que no te gusto? ¿No ves que estoy deseando ligar
contigo y pegarte un revolcón?
Ya
mi corte era notorio, pues me había subido un colorado de los piés
a la cabeza, aunque me repuse un poco en el habla, y por tirar
balones fuera le dije:
-Por
qué no te imaginas que soy tu padre; yo nunca seré un juguete que
se abandona cuando ya no te sirve. Soy un hombre, un poco viejo pero
un hombre. Y que sepas que estás muy buena y que me hubiera gustado
ese revolcón hace unos años.
-Lo
pasarías muy bien conmigo, te sentirías un hombre nuevo, pero
también sé que después sufrirías lo tuyo, y a mí sólo me
quedaría el orgullo de haber conseguido un nuevo trofeo de caprichos
satisfechos.
Sin
decir palabra, me levanté del césped y me tiré a la piscina sin
pensarlo. Hice unos largos y ya más tranquilo salí.
Ella,
pues no sabía ni su nombre, había desaparecido.
Cada
noche sueño con ella, y no sé si me arrepiento de mi comportamiento
de aquel momento como una ocasión perdida, en ese momento en que ya
se espera poco y a veces ya no te ilusionan las aventuras.
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