Parecía
increíble que todas las desgracias se cebaran con María. Hacía
cuatro años, que en un aciago día de Enero, murieron en accidente
de carretera su marido y su único hijo.
Quedó
sola, sin recursos y con las trampas de una familia normal, pero a
las que ella ya no podía hacer frente, pues le había quedado una
pensión de poco más de quinientos euros, ya que la indemnización
del accidente fue para pagar los entierros y algunos débitos
perentorios.
Cuando
se casó, su marido no había querido que siguiera trabajando en la
empresa de productos farmacéuticos de la que era delegada, por lo
que sólo se dedicó a su casa y a su familia, pero después de lo
ocurrido buscó trabajo y lo tuvo sólo durante poco más de año y
medio, pues la empresa quebró y ya no volvió a encontrar ocupación
a pesar que lo buscaba incansablemente, y pasó que incluso su
familia y sus amigos de siempre le dieron la espalda desentendiéndose
de tan pedigüeña y molesta persona.
Para
colmo de desgracias, estaba enferma con un grave problema en la
columna vertebral, por lo que ya apenas salía para buscar lo
imprescindible de comida y medicamentos.
Había
recibido ya muchas cartas del banco reclamándole el pago de la
hipoteca del piso donde vivía, pero al no poder hacer frente a los
pagos, el juzgado le había mandado una comunicación indicándole
que se iniciaba el proceso de desahucio.
Se
quiso morir. Si la echaban ¿Dónde iría?
Fue
al banco y a los juzgados a exponer su caso, pero no había solución.
Sólo tuvo el alivio de que dio la casualidad que una amiga de la
infancia trabajaba allí, y le prometió hacer lo que pudiera por
retrasar lo más posible lo inevitable, traspapelando hasta lo
posible su expediente.
Pero
llegó el fatídico día en que se encontró en la calle con una
mochila y lo puesto sin tener a donde ir.
La
acogieron en un piso que tenía una ONG contra los desahucios, pero
aquello era por un tiempo determinado que se le terminaría enseguida
¿Y luego qué haría enferma, sin trabajo y sin dinero?.
Pensó,
pensó, y se le ocurrió un plan, descabellado, pero un plan.
Provista
de un martillo y con una camiseta anti desahucios, se dirigió a la
oficina bancaria que la había embargado y sin pensárselo dos veces
empezó a romper los cristales de la fachada y esperó a ver que
pasaba.
La
gente se agolpó a su alrededor tachándola de loca aunque se
apiadaran de ella por sus motivos, hasta que llegó la policía y se
la llevaron, pero a las pocas horas ya estaba libre aunque con cargos
por su acción.
Esto
no era bastante para lo que ella esperaba, por lo que provista de un
cuchillo de cocina que ocultó bajo sus ropas, se dirigió de nuevo
al banco donde pidió ver al director, que compareció después de
una hora larga.
Cuando
lo tuvo cerca, sacó el cuchillo y lo amenazó si no cancelaba su
deuda con el banco, pero con los nervios de ambos, se le fue la punta
del cuchillo y le hirió en el brazo.
Cuando
ella vio brotar la sangre, tiró el arma y salió corriendo,
sentándose en la acera llorando y con un ataque de nervios hasta que
llegó la policía y se la llevaron nuevamente.
Reconoció
inmediatamente que todo lo había hecho premeditadamente, por lo que
no necesitaría abogado ya que aceptaba la pena que le impusiesen.
De
la comisaría de policía pasó a los juzgados, y de allí a la
carcel que es donde ella quería terminar.
La
condena fué de varios años, pero ya ella se encargaría de que no
la echaran de esta su última “vivienda”.
Su
plan había salido como esperaba. Ya no tendría nadie que librarse
de ella. Aquí atenderían sus necesidades y ya sólo le quedaba el
día a día.
Se
acabó para el mundo el problema “Maria”.
En
Villanueva del Ariscal, a 14 de mayo del 2014
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