¿Qué nos está pasando? ¿Por
qué no vomitan nuestras sensibles conciencias? ¿Es que ya sólo nos preocupa lo
que tenemos al alcance de la mano?
Incluso a veces ni eso, ya
que hemos llegado a un punto de indolencia que sólo nos apremia las exigencias
perentorias de nuestro organismo.
Con los pelos de punta,
asqueado y dejando la mañanera tostada a medias, me quedé cuando después de
escuchar las últimas noticias de esta residencia psiquiátrica llamada mundo, me
tendí en el sillón sin ganas de moverme e intentando digerir los horrores que
habían escuchado mis oídos.
Quinientos muertos en la
Franja de Gaza (diez milicianos), donde los israelíes atacan a Hamás, la
milicia terrorista palestina, pero llevándose por delante como victimas
colaterales a ancianos, mujeres y niños, y produciendo que 80.000 personas
salgan corriendo de sus casas para ir ¿A dónde?
Me imagino yo, yo mismo,
teniendo que salir corriendo de mi casa porque una bomba está cayendo sobre
ella, en pijama, tirando de mi familia que se ha despertado con el ruido de las
explosiones, y viendo cómo se desmorona lo que tanto esfuerzo nos costó
conseguir, con los niños en brazos gritando aterrorizados y sin saber dónde
está el lugar seguro para salvar por lo menos la vida, lo único que nos queda,
aunque sea sufriendo y llorando más que nada por indignación y rabia, ya que
nadie es capaz de justificarnos el por qué de lo que nos ocurre.
Y siguiendo con la asquerosa
realidad cotidiana, ponerse en el pellejo del militar salvador que apretó el
botón para que un mortífero misil, derribara el vuelo MH017 de las Malaysia Airlines
que salió de Ámsterdam con cerca de 300 personas a bordo, creyendo que este
glorioso acto de guerra acercaba más a su querida Donetsk, al este de Ucrania,
a la amantísima madre Rusia.
¿Quién, y en nombre de qué y
por qué, osará justificar este asesinato masivo?
Usted que va a un congreso
sobre el Sida en Australia, o que quiere ir a pasar su luna de miel y el viaje
de su vida con su mujer a Bali, o simplemente que estaba allí como muchas de
esas casualidades terribles que se producen en la vida, ¿Por qué yo…, por qué
me tocó a mí…?
O pensar en las 200 niñas
que tienen secuestradas unos terroristas islámicos en algún lugar de África, o
en las guerras de Afganistán, Irak o las muertes por asesinato del narcotráfico
en Colombia o en Méjico, en los “sin papeles” (embarazadas, jóvenes, niños),
todos, que por llegar a la tierra prometida, se los ha tragado el Mediterráneo, o en los
locos que con un arsenal de armas compradas legalmente, se apostan en las
afueras de un colegio o una universidad norteamericana para matar, porque sí, a todo el que la
casualidad quiso que estuviera en el lugar equivocado en el peor de los momentos.
Usted, yo o aquel, podemos o
pueden dormir como si tal cosa, como que “esto está tan lejos…, y si no pasa
aquí es como si no existiera…, es una película de terror y nada más. Son las
noticias…del infra-mundo”.
Pero bueno, ya está; con
decir que lo sabemos hemos tranquilizado nuestra mente. Por algo ocurrirá todo.
Algo habrán hecho. Fue sin querer, sin pensar en las consecuencias. Al fin se
arreglará, aunque puede ser que otro foco de llamas surja de unas cenizas que
creíamos apagadas.
Ya está. A seguir con las
faenas de la casa, a estudiar o con el trabajo, que ahora me controlan hasta el
café de la mañana.
Mi mundo es lo que controlo.
El día que algo pase aquí, me meto en la cama y me tapo la cabeza, como la
antigua y nueva estrategia del avestruz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario