Según
la definición que hace la Real Academia de la Lengua Española,
tolerancia es el respeto a las ideas, creencias o prácticas de los
demás cuando son diferentes o contrarias a las propias.
Dicho
esto me quiero referir a las personas, hombres y mujeres, y a las
situaciones que se producen a diario en nuestro entorno más cercano
difíciles de controlar, a pesar de que muchas veces nos llenamos de
paciencia para no entrar en discusiones vanas, pues nunca
convenceremos a este tipo de personas que son intolerantes por
definición, y su discurso es imposible cambiarlo incluso con
evidencias que tiren por tierra sus argumentos, pues gritarán más
que los demás y nunca te dejaran hablar.
Normalmente
estas discusiones se refieren a temas de política, religión o
futbol, o cualquier otro tema que estos energúmenos crean a “pies
juntillas” y lo consideren su bandera, aunque no haya argumentario
para defender estas necedades que salen por sus bocas normalmente
acompañadas de salivillas.
Yo
siempre he creído, que ya sólo por la forma de decirlo muchas veces
se pierde la razón, pues ellos no buscan la verdad que les da igual,
sino su opinión que estiman superior a la de los demás.
Y
así nos encontramos a menudo, cómo ante la falta de razonamientos
convincentes, recurren al insulto y a las descalificaciones, y todo
esto a gritos, con las venas de la garganta señaladas, y rojos de
ira a punto del infarto, pues sus pulsaciones se pueden triplicar.
Sin
embargo, suelen ser personas correctas cuando se habla
distendidamente de temas intrascendentes o en los que ellos están de
acuerdo.
Si
son nacionalistas españoles, vascos, catalanes, o gallegos, tendrán
su casa llenas de banderas, de libros afines y fotos de sus líderes,
vestirán en los momentos señalados, con corbatas, pulseras, camisas
o cualquier otro objeto que les haga definirse “a priori” de por
dónde van sus creencias, simpatías o pasiones.
Son
gente de pocos amigos, pues es muy difícil estar cerca de estas
personas si no se demuestra continuamente una lealtad inquebrantable
a su pensamiento, y si esto sucede por apocamiento de carácter o
empatía, este individuo se encontrará con que sus ideas no son
propias, sino que es una correa de transmisión de las de su amigo
intolerante.
Estas
personas se manifiestan como fieras normalmente, en reuniones
familiares de celebraciones de santos, cumpleaños, bodas y bautizos
y también en eventos de Navidad o en reuniones de empresa, en este
caso, siempre que esta opinión esté en consonancia con la del jefe,
si no se callan para mejor ocasión en donde ellos puedan ser
protagonistas.
¿Cómo
evitar estas situaciones cuando es inevitable la presencia de estos
caníbales de la palabra?
Pues
os recomiendo mi método: no entrar al trapo, cambiar si se puede de
conversación, o callarte y no responder a las provocaciones o a los
insultos, tampoco te rías, pues es peor, ya que lo pueden entender
como un desprecio y son capaces de llegar a las manos.
Y
si usted es uno de ellos y quiere controlarse, cuente hasta mil
cuando aparezcan esos temas que a usted lo sacan de quicio, beba
agua, gaseosa o zumos, nunca alcohol, ya que esto puede ser una bomba
de relojería y potenciar sus más feroces discursos intolerantes.
Muchas veces esa intolerancia son fruto de la ignorancia, de la educación a la que han sido sometidos o simplemente una pose, pero como bien dices están viven entre nosotros y buscan imponer sus ideas, así que no los debemos menospreciar porque el resultado es siempre el mismo: Trifulca monumental en la que gana siempre aquel que es menos respetuoso y educado, ósea ELLOS
ResponderEliminarUn besote amigo
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