lunes, 12 de enero de 2015

“ai kronear ixcrivi b”

En estos días pasados donde tan frecuentes son las reuniones, siempre surge algún tema que interesa a cualquiera, pues todos opinan y todos discuten al defender su visión sobre lo divino y lo humano de lo que se trata.
                                                                    




Y también es verdad que siempre surge quien se cree en posesión de la verdad y tiende a descalificar a los que no piensan como él o ella, cayendo a veces en grandes contrasentidos.
Presencié uno de estos casos donde se discutía de la manía de los jóvenes y de los no tan jóvenes de mandar mensajes telefónicos y whatsapp destrozando el lenguaje, pues simplifican escribiendo los sonidos, sustituyendo la q por la k, o la x, o comiéndose letras sin más al ¿escribir? una frase.
                                                                 


Sucedió, que el que más acaloradamente defendía la ortodoxia al utilizar nuestra querida Lengua Española, dijo en un momento dado: “Perdonad, pero voy a hacer “pi-pí””
Nos quedamos todos mirándonos con risueñas caras, y el susodicho que se dio cuenta de que él también caía en lo que criticaba, se puso cual  maduro tomate gazpachero.
¿Por qué no llamar a las cosas por su nombre aunque suenen mal a la mayoría? Decir “voy a mear o a cagar al retrete”, no debe escandalizar a nadie, aunque una gran mayoría digamos “voy a hacer cacas, o a dar de cuerpo, o a hacer po-po, o a ensuciar al cuartito, o al wáter, o al escusado,” y los que hicimos la “mili” decíamos “las letrinas”.
                                                                      


Si, si, reíros. Pero ¿Es mentira lo que digo?
Les pasa o nos pasa a padres, titas, abuelos y demás, cuando nos dirigimos a los bebés de una forma que creemos que nos entenderá: “Ajó, cuchi-cuchi, a que chí, guaguá, minino, abu, pa-pa-pa, mami, nuá, bruchgmmmm..,” y un largo etc.
Hay otra realidad, y es que a veces se dice tanto una palabra de esas, que con el tiempo se admite por los doctos académicos en nuestro diccionario de la lengua, pero esto es otra historia, al igual que la gran cantidad de anglicismos que usamos al llamar en inglés, a algo que tiene su palabra exacta en nuestro diccionario.
                                                                       

Pero estad tranquilos, pues eso pasa en todas las lenguas y es bueno, pues significa que hay permeabilidad entre las diversas sociedades, razas, estados, etnias, continentes y hasta zonas interestelares, si descubriéramos algún lejano planeta con especímenes parlantes.
Decir por último, que conozco a montones de personas con títulos académicos que cometen faltas de ortografía y que hablan como patanes, incluso algún escritor que hasta presume de ello.
                                                                         



“Ay, por dió”.

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