lunes, 27 de abril de 2015

Una historia de la feria

Estaba inmerso en la algarabía propia de la Caseta, en la Feria de Abril de esta Sevilla de mi corazón, cuando sentí la necesidad de aislarme por unos minutos saliendo a tomar el aire y fumar un cigarrillo, por lo que me retiré hacia una esquina casi fuera ya del recinto ferial, sin percatarme que en un trozo de semioscuridad, había un hombre de mediana edad que me pidió, en español pero con un deje foráneo, fuego.
                                                                 


Una vez que había encendido su cigarrillo y por decir algo, ya que estábamos los dos solos en aquel trozo de isla festera, le pregunté que de donde era.
Se quedó unos momentos pensativo mirando hacia la luna que en aquel momento se estaba ocultando tras un nubarrón, y me respondió sin mirarme:
Pues si le digo la verdad, no sabría qué decirle, aunque tengo doble nacionalidad, española y polaca, pero ya que se ha interesado, le contaré un trocito de mi historia.
Era una feria como esta, cuando me dejaron abandonado casi recién nacido, desnutrido y enfermo a las puertas del Circo Americano, y tuve la suerte que me recogió una mujer a la que considero mi verdadera madre, aunque en este momento que llegaba usted, pensaba precisamente en quién sería esa persona que me abandonó, y qué fue lo que le pasaría para tomar esa decisión que seguro no quiso.
                                                                      


Desde siempre me aceptaron en el circo como uno más, tenía la rara habilidad de entenderme perfectamente con los animales, así que desde niño empecé a cuidarlos, y con el tiempo participé en el espectáculo con ellos, hasta que mis padres decidieron que tenía que estudiar en serio y ya que tenía capacidad, estudié psicología y hoy soy profesor en una pequeña universidad alemana de impronunciable nombre, pero cada Feria de Abril me incorporo al circo, pues creo que una parte de mi pertenece a esta maravillosa tierra.
                                                                   


Esta semana ejerzo de domador de leones y tigres, y le puedo asegurar que son mejores que muchas personas.
Estuvimos un rato los dos en silencio fumando otro cigarrillo que me ofreció. El seguía mirando la zona del cielo por donde se había ocultado nuestro satélite, y me siguió hablando:
Qué suerte tienen ustedes de haber nacido aquí, pues yo no sé de donde soy, pero considero a esta tierra como algo entrañablemente mío.
                                                                      


Y dándome la mano y las buenas noches, desapareció camino de la zona que aquí llamamos la Calle del Infierno, donde están las atracciones y que se denomina así por el ruido de las megafonías que la hacen una pequeña ciudad de locos.
La realidad es que este encuentro me hizo pensar en muchas cosas.
Disfrutemos de lo que está a nuestro alcance.


3 comentarios:


  1. José Manuel, este año tu historia de la Feria nos hace reflexionar bastante. ¿Cuánto comportamiento humano no es más feroz y dañino que el algunos grandes felinos? .

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El hombre es el peor enemigo del hombre Si viéramos con ojos de sabiduría el comportamiento animal, aprenderíamos mucho sobre el comportamiento humano.

      Eliminar
    2. El hombre es el peor enemigo del hombre Si viéramos con ojos de sabiduría el comportamiento animal, aprenderíamos mucho sobre el comportamiento humano.

      Eliminar