viernes, 29 de mayo de 2015

El candidato

Era feliz. Vivía en un pueblecito de no muchos habitantes, a media hora de la gran ciudad y la realidad era que a pesar de la crisis económica y del devastador paro, a él las cosas le habían ido medianamente bien.
Se defendía con su taller de “mecánica en general para vehículos”, ayudado por sus dos hermanos menores.
                                                                     


Se había casado hacía ya algunos años, y tenía dos preciosos mellizos, que cada día antes de abrir el taller llevaba a la escuela. Así dejaba que su mujer durmiera un poco más, pues la pobre se acostaba a las tantas organizando su casa, donde cada cosa estaba en su lugar.
Pero un día, al llegar al trabajo se encontró con que dos señores que no conocía, le estaban esperando.
                                                                  


Pertenecían a un Partido Político de reciente creación, y le dijeron sin preámbulos, que le habían investigado y que querían que se presentase a alcalde del pueblo con sus siglas, y ahí acabó su felicidad.
Él se intentó resistir, pero poco a poco le fueron convenciendo, por lo que después de consultarlo con su esposa y sus hermanos, aceptó el reto, convencido de que podría ser de una gran ayuda para sus vecinos, pues en el pueblo habían pasado varios alcaldes que de lo único de lo que se habían preocupado era de llenarse los bolsillos y medrar a favor de familiares y amigos.
                                                                  


Para llegar a ser candidato, le sometieron a una exhaustiva investigación sobre su persona y de toda la familia, teniendo que hacer además una declaración jurada en la que aceptaba los programas de su formación, y se comprometía con los principios de honradez y de servicio a los demás.
¡Cómo cambió su vida!
Tuvo que hacer cursos, estudiar para ponerse al día y asistir a incontables reuniones que lo apartaron de su trabajo y del cuidado de los suyos, pero ya le habían dicho que los sacrificios merecerían la pena, pues “podría cambiar la vida de muchas personas y hasta la historia”.
                                                                      


Su primer “palo” le vino porque en las elecciones donde,  dicho de paso, ya se veía como alcalde, sólo sacó su grupo cuatro concejales de los dieciséis que componían el consistorio, por lo que empezaba a ver las cosas de otra forma, ya que su partido le exigía que apoyase como alcalde con sus votos a otra formación que no le gustaba nada, no por sus ideas, sino por las personas que lo componían, pues “en el pueblo nos conocemos todos”.
                                                                     


Presentó su dimisión al partido como cabeza de lista y como afiliado, pues ya no podía soportar más la pequeña política de los intereses.

En verdad, la vida no es más que las miserias que hemos de soportar entre una decepción y otra.

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