miércoles, 30 de diciembre de 2015

Olivia y otros mundos...

Eran días de vacaciones de Navidad y le encantaba estar en casa de los abuelos, jugar con su hermano Santi, y que sus padres les llevaran a muchos sitios, pues el sólo espectáculo de las calles de Sevilla era indescriptiblemente  bello, o así se lo parecía.                                              



Una clara noche de estas en plena Luna llena, le preguntó al abuelo si podía coger el telescopio y mirar un rato las estrellas, y acto seguido todo montado, se dispuso a disfrutar de lo desconocido e imaginarse un viaje interestelar ayudado por un gran mapa del universo que había visto en la biblioteca del abuelo.
                                                                  


Y con la enorme imaginación que tenía, empezó su viaje en lo que llamaba “La Carroza de los aires”:
¡Qué extraordinario le parecía todo!, pasando a velocidad de vértigo por entre constelaciones, estrellas y planetas:
Andrómeda (la princesa) su favorita, Lyra, la Osa menor, el Cuervo, Pegaso, la Copa, la Corona del Sur otra de sus favoritas, y un montón más.
Y las estrellas:
                                                                  


Cástor, estrella doble de la constelación de Géminis, Deneb de Cisne, La estrella Polar útil para orientarse hacia el norte, la brillante Sirio en el Can Mayor, Capela de la constelación del Cochero, y muchas, muchas, y más que no le daba tiempo ni pararse a nombrar, ni sabía sus nombres.
                                                                   


Además, que cantidad y variedad de planetas y satélites. ¿Habría gente por ahí?
Tenía que ser difícil, pues en unos sólo había rocas, en otros grandes superficies de volcanes muertos, y en otros hielos eternos. ¿Aquí quizás hubiese vida?
Pudiera ser que algunas especies de bichitos o personas se hubiesen aclimatado al calor excesivo o al frío polar o vivirían bajo la capa terrosa en algún sitio.
                                                                   


Le habían contado en el colegio, que en la grandiosidad de un universo casi infinito, ¿No iba a haber más planetas habitables? Pues seguro que sí, pero ¿Cómo serían esos seres vivos? ¿Tendrían inteligencia y conocimientos más avanzados que nosotros o estarían muy atrasados, o no eran vida inteligente? ¡Puaff… cualquiera sabía!
                                                                     


Se sentó pensativa mirando todo el azul que sus ojos pudieron abarcar, y todos los puntitos luminosos que de tanto mirarlos se les juntaban mezclándose, y pensó que en vez de buscar vida por ahí, ¿No sería mejor cuidar de lo que conocíamos, nuestro difícil y descarriado mundo (La tierra), que era lo más cercano?
Además, lo que le parecía increíble, es que se gastara tanto dinero en explorar otras galaxias y otros mundos, habiendo tantas necesidades aquí mismo, en la casa de al lado, en el barrio cercano o en muchas partes de esta maltratada tierra.
                                                                       


 
Y que de una vez por todas se acabara con las guerras, con todas las guerras, las que algunos denominaban justas y por supuesto todas las demás.
¡Malditas sean todas las guerras!
Y con este pensamiento os dejo deseándoos un ¡Feliz año nuevo!

Me gritan Santi y Olivia: “Y que vengan pronto y con muchas cosas los Reyes Magos”.
                                                                      

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