Hubo una época, que cuando
le preguntabas a un niño que de mayor qué quería ser, te respondía
invariablemente que futbolista o torero, y si era una niña, que mamá, y alguna,
pocas, que maestra o enfermera.
Me viene al recuerdo, que en
unas prácticas de Magisterio al preguntar lo mismo, la mayoría se inclinaban
por las profesiones paternas o maternas, pero hubo un pequeño que me contestó
muy serio “que él quería ser obispo”. Por supuesto que no quise indagar por las
motivaciones del niño, no fuera a ser que me metiera en contramano.
Hoy, gracias a Dios, esto ha
variado mucho, pues ante la misma pregunta te responderán con todas las
profesiones habidas y por venir, y por supuesto sin discriminación entre los
sexos.
Viene al caso, porque en una
de las muchas celebraciones familiares de esta primavera, me entretuve charlando
con el hijo de una sobrina a punto de presentarse a la selectividad, muy buen
estudiante, y al preguntarle qué es lo que quería estudiar, me contestó que quería
ser político, por lo que se iría a estudiar a Madrid a una elitista escuela de
negocios, pues después de sopesar entre económicas y derecho, en este tipo de
instituciones te preparaban mucho mejor para lo que deseaba.
Me sorprendió bastante, pues
era la primera vez que un joven veía tan claro su futuro, y al preguntarle por
sus razones, me contestó que quería contribuir a que a la gente fuese feliz,
distribuir mejor la riqueza, y que no les faltara trabajo, para lo que pensaba que se
necesitarían nuevas leyes más justas para todos.
Yo le comenté que tenía que
ser honesto consigo mismo sobre lo que le atraía de la política, pues si era el
glamour, el dinero o la fama, debería probar otro camino, pues ya teníamos
bastantes con los malos ejemplos de corrupciones de todas las tendencias con que nos desayunábamos cada día, que para
convertirse en político tenía que tener un interés absoluto en hacer un cambio.
También le pregunté en que partido pensaba militar, por lo que me
pidió mi opinión, pues él no sabía,
recomendándole que aprendiera todo lo que pudiera de cada uno antes de
elegir, pues una vez elegido el camino debía comprometerse de lleno, ya que la
lealtad hacia el partido es una necesidad, aunque tuviera que comerse muchos “sapos”.
Y ¡Cómo no!, salió a relucir
la economía, de lo que por cierto no tenía ni idea, por lo que le recomendé que
leyese todo lo que pudiese sobre todas las teorías: Marx, Engels, Adam Smith,
Keynes, Malthus, Marshall. Pero que sobre todo leyese periódicos, todos, de las
diferentes tendencias e ideas. Y que por supuesto, le remaché, que si no
hubiese escasez, no habría necesidad de ciencia económica, ya que esta nace
cuando el hombre se da cuenta de que no puede tener todo lo que quiere.
En fin, no sabe el pobre lo
que le espera. Ojalá le duren toda la vida esas buenas intenciones, porque es
una buena persona y me jodería que lo pervirtieran.
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