(Dedicado a
mi sobrino José Mª Jiménez Pérez-Cerezal)
Habida cuenta de que había
recibido el encargo de hacer el cartel anunciador de la Velá de Santa Ana, y
como era espíritu travieso deseoso de inspiración, decidió que quería ver la
tantas veces pintada Triana y su puente, desde un ángulo diferente, y pensó que
este no era otro que verla desde la vena que lo separa o lo une con Sevilla, el
río Betis o Guadalquivir.
Tenía tanta ilusión en este
proyecto, había pintado desde tantos ángulos el barrio, sus imágenes de Semana
Santa, su puente y su río, que en esta
ocasión (como siempre), le tenía que salir una obra perfecta.
Después de medir las
diferentes opciones para contemplar el barrio a bordo de diferentes
embarcaciones, decidió que quería ir por libre sin que nadie molestara su
inspiración, por lo que encomendándose a Dios y a su Santa Madre, alquiló un
patín de los que a pedales, pasean los amores de las parejitas por este cauce
sedosamente tranquilo, y que ni asustan a los pacíficos patos que se bañan a sus
anchas, aunque éstos, desconocían el “genio nervioso” que se les venía encima.
Empezó el pedaleo
internándose hacia el centro de la corriente para coger perspectivas, y vagó
durante un tiempo imaginando cómo llevaría al lienzo toda aquella belleza que
quería transmitir a propios y extraños.
Decidió en un momento dado
que haría fotos desde diferentes puntos, para lo cual sacó su móvil (bueno,
suyo no, el tercero que estrenaba este mes y este era el de su madre), y empezó
a tomar planos de todo lo que atraía su atención de artista, y en estas estaba
cuando le dio uno de esos tic nerviosos que no puede evitar por su enfermedad,
y al intentar coger el móvil que se le caía al río, cayó detrás de él sin
conseguir atraparlo, por lo que después de la zambullida que espantaron a los
tranquilos patos, subió nuevamente al patín como pudo, pero sin móvil, y entonces
pensó que había tenido una experiencia cercana a la de la “cucaña”, juego que
consiste en encaramarse a un palo horizontal cubierto de sebo en la cubierta de
una barcaza, donde para ganar el premio, hay que coger la bandera que está en
la punta, por lo que acaban la mayoría de los valientes que se atreven en las
aguas del proceloso río.
Bueno, pues como ya tenía
bastante inspiración por el momento, decidió desembarcar de la traicionera
embarcación, pero al intentar poner un pié en el muelle, cayó nuevamente al
agua entre la expectación y las risas de los que esperaban, entre imprecaciones y juramentos que lanzó nuestro
querido José María.
Menos mal que como en este
Junio rozamos en Sevilla los 40º, se
secó sentado en un banco riéndose de todo y mirando enamorado el divino puente.
Si os preguntáis cómo será
el cartel de nuestro artista, esperad un poco, pero os puedo asegurar que será,
como siempre, superior a lo esperado.
Los chapuzones despejan la
sensibilidad del genio.
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