lunes, 28 de agosto de 2017

Romance inesperado

Había llegado hasta allí a rastras, y ahora que había que marcharse se le hacía insoportable que hubiesen acabado las vacaciones; ahora precisamente.
                                                                    


Discutió con sus padres sobre el destino del descanso; ¡Otra vez a casa de los abuelos!, como si no hubiese más sitio que aquel pueblito donde sólo había pescadores y tres o cuatro urbanizaciones más, lo que hacía que ya por adelantado, apostara  que se aburriría, por mucha vida sana y la oportunidad, lo único que le atraía de aquella casa, de leer muchísimo de la enorme biblioteca, pero es que a sus quince años le gustaban otras cosas y otros sitios más divertidos, con más ambiente.
                                                                         



Había ido de excursión en barca con dos amigos de ocasión a pescar, se había bañado en el mar y la piscina, asistido a un par de guateques, había leído cantidad, y cuando ya se dio por vencido de que no había otras expectativas, conoció a Merche de la forma más tonta del mundo, pero sintió que su corazón palpitaba a enorme velocidad cada vez que estaban juntos.
                                                                        


Ocurrió que una tarde que se había acabado el pan para la cena, su abuelo le pidió que fuese en bicicleta hasta la panadería y se trajese algo de pan, lo que fuese, pero aparte del pedido, se trajo cosas que no había experimentado hasta entonces, por lo que no le importó que le echaran una bronca por lo mucho que tardó.
                                                                       
 

Estaban las calles solitarias, ya que el sol aún picaba, y fue a tropezarse a la entrada de la panadería con una belleza morena que le sonreía a pesar del encontronazo, y que sucedió por querer entrar los dos a la vez. Lo que siguieron fueron disculpas y risas, de forma que acompañado, recorrió despacio el camino de vuelta agarrando la bicicleta y con la bolsa del pan colgando del manillar, a pesar de que ella quiso ayudarlo, pero antes de separarse donde sus caminos divergían, hablaron de muchas cosas, aunque Ramón ya acostado y sólo con sus pensamientos, no sabía cómo le salieron tantas palabras y tantas bromas, ya que reconocía ser un poco serio para su edad, y más con las chicas, donde su timidez rayaba con el ostracismo.
                                                                   



Aquellos últimos tres días de vacaciones se le pasaron en un suspiro, en cada momento pensando en Merche o charlando con ella a la menor oportunidad, haciéndose el encontradizo con ella en varios momentos del día, ya que desde la azotea de los abuelos, se podía ver la casa de su nueva amiga.
Y el último día de vacaciones, cuando ya se despedían hasta no sabía cuándo, se besaron cogidos de las manos y se abrazaron diciéndose palabras jamás pronunciadas por ninguno de los dos, y hasta lloró en su cama aquella noche sabiéndola ya lejana aún antes de iniciar el regreso.
                                                                       


La realidad es que siguieron en contacto por internet, y se vieron un par de veces durante el invierno, aunque aquello no prosperó más allá de unos meses, pero siguieron con su amistad a través de muchos años.

¡Qué bello es estar enamorado a esa edad! Ese recuerdo nunca se olvida.

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