lunes, 21 de mayo de 2018

Ansiedad y tiempo libre


Parece, cuando llegas a cierta edad, que vuelves a las inseguridades de la adolescencia, aunque no a sus ventajas, que las tiene.
Cualquier quebranto de la costumbre diaria en su monotonía te deja preocupado, y da igual que el problema sean las dudas al hacer la Declaración a Hacienda, como la avería de la lavadora o que  una carta inesperada te comunique que no has pasado la ITV del coche.
                                                                      


A estas pequeñas cosas del quehacer diario cuando estás activo en las obligaciones de una vida laboral, no le darías la menor importancia ni te obsesionarían, y mucho menos te quitarían el sueño, las ejecutarías o la corregirías en lo errado y punto, no tiene mayor problema, pero cuando estás oxidado en la resolución de problemas, cualquier tontería se te hace un mundo.
                                                                  


Aún recuerdo un día en que fui a visitar a un amigo bastante mayor que vivía solo, y me abrió la puerta llorando, y al preguntarle el porqué de sus lágrimas, me respondió que al cerrar la puerta del dormitorio se le había caído el pomo de la puerta y no sabía qué hacer. Ni que decir tiene que se lo arreglé lo mejor que supe y se le pasó la pena, pero me contó que cuando le pasaban cosas como esa se ponía nervioso por no saber solucionarlo, y lo embargaba una ansiedad y una tristeza sin límite.
                                                                   


También es verdad que hay muchas personas mayores que pasan en soledad la mayor parte del tiempo, y caen en una monotonía cada vez más limitada por el miedo a todo lo nuevo o a emprender acciones o entretenimientos diferentes; se les ha acabado la iniciativa (conozco a personas que han desplegado en su vida una gran actividad y están en esta situación), y se acomodan a lo más sencillo, que es pasarse horas y horas ante la televisión o escuchando la radio, sin enterarse jamás de lo que ven y escuchan, es sólo el ruido de fondo el que les ayuda en el transcurrir de las horas.
                                                                   


Cuando coincido con personas mayores en mis paseos o en algún bar, me preguntan que si yo me aburro igual que ellos, que no saben en qué ocupar su tiempo entre comidas o en las primeras horas matinales, ya que duermen poco y se levantan muy temprano, y cuando les digo que a mí me faltan horas del día para hacer todo lo que quiero, se asombran.
                                                                        


Me gusta preguntar a estas personas por sus actividades pasadas, qué les gustaba hacer en sus días de asueto, e intento encausar su tiempo libre sugiriéndoles actividades que quizás sean de su interés, pero en la mayoría de los casos es predicar en el desierto, ya que les es muy difícil salir de su día a día.
                                                                      


Aprovechemos las horas, los días, en cosas que nos agraden, en actividades que antes nunca pudimos hacer por culpa del trabajo diario. Aprovechemos para aprender cosas nuevas que nos despierten la ilusión, ya que nunca es tarde para ocupar la mente y las manos.
Tendremos así mayor calidad de vida. La que nos quede.

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