Nos habíamos venido a
Villajoyosa a pasar unos días para reponernos del intenso verano, por deferencia
de mi nuera adjunta Viky (digo mi nuera adjunta porque es la hermana de mi
yerno Santi y es ya una más de mi familia).
Nuestro primer día de playa
empezó regular por lo que os voy a contar, ya que como todos sabéis, no soy muy
de agua de mar ni de piscina, pero me armé de valor mentalizándome con que un
baño me iría bien, y aquí estaba yo con mis escarpines para poder andar por
esta playa de chinos dispuesto a darme mi primer baño.
La mar estaba un poco
revuelta, pues en estos días amenazaban con una gota fría y el sol sólo asomaba
emboscado por las nubes, pero yo ya me había decidido a darme el chapuzón.
Empecé a entrar poco a poco en
las procelosas aguas del Mediterráneo, ya que aquí vas entrando y de pronto viene un enorme escalón que hace
que el agua te llegue al cuello; no, no
son tan delicadas como las del Atlántico, donde las playas en algunos casos se
vuelven infinitas hasta que llegas a poder nadar un poco.
Bueno, a lo que íbamos.
Mi mujer más acostumbrada a
todo tipo de chapuzones, me aconsejó diciéndome: “espera que venga una ola y te
tiras.”
Y ya no me hice de rogar, sino
que aprovechando la primera envestida de las aguas, me tiré sin encomendarme a
Dios ni a los Santos, y pegué un enorme barrigazo contra los chinos, ya que no
había ni un palmo de agua.
Me quedé tirado cuan largo
era sin saber qué hacer, con las carcajadas de mi mujer que tapaban el rugir
del mar, y yo más cortado que un boquerón en una carnicería.
Total, que cuando se serenó
un poco, me ayudó a incorporarme mientras yo miraba hacia todos lados para ver
si mucha gente me había visto en aquella pirueta tan estúpida, pero aquí cada
uno y una iba a lo suyo, y yo con todo mi precioso pectoral arañado y señalado
con las huellas que los guijarros habían dejado en mi cuerpo gentil, imperturbable,
y con sonrisa estúpida en la cara con
ganas de gritar, no sé si de dolor o de ridículo.
Pero yo actué como lo hacen
los hombres; me senté en mi butaca, me sequé, me puse mis gafas de sol y mi
panameño, para a renglón seguido volver al apartamento escarmentado de
atrevimientos.
No sé si hoy o mañana lo
intentaré de nuevo, ya os contaré, pero la realidad es que no me han quedado
muchas ganas, uno también tiene su orgullo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario