Fiesta y alegría antes de
los besos y los adioses, y aunque la temporada de vacaciones acabó para los
niños que ya se tienen que incorporar a la rutina del colegio y los madrugones,
para los abuelos es ahora cuando nos podremos tomar unos diítas para
reponernos, y nuestros hijos con un moreno de piscina y playas, a cerrar este
paréntesis del verano.
Pero lo verdaderamente importante
es que se han hecho nuevas amistades y se han reafirmado otras, que tendremos
en mente los ratos y días pasados entre bromas, risas y buenos momentos, que el
tiempo pasará volando y que los amigos y la familia se volverán a reencontrar y
nos contaremos las cosas que nos han pasado, buenas y no tan buenas, y que se
echarán de menos algunos amigos que no volverán porque se mudaron a otro sitio,
y siempre les desearemos lo mejor.
Los viejos, que somos la
memoria de lo pasado, comparemos este verano con otros igual de buenos, e
inevitablemente nos acordaremos de los amigos que nos faltan, seremos testigos
de aquella niña que conocimos de pequeña y ya es una gran mujer, de aquel joven
callado y despistado que ha resultado ser un brillante estudiante, de esos
vecinos que se mudaron y no volvimos a ver, y de otros benditos reencuentros
siempre entrañables.
Y ya en la realidad,
relamernos de esa gran fiesta de despedida del verano en nuestra urbanización
del “Ariscal”, de la cacerolada del sábado muy de mañana para despertar a los
vecinos y desayunar juntos (todo o casi todo organizado por dos súper abuelas,
Encarnita y Asunción), chocolate o café con churros en la piscina, de cómo
disfrutaron los niños con sus juegos y actuaciones, de cómo el amigo Juan nos
montó un “Sálvame” auténticamente memorable, de este grupo de amigos que se
consolida año tras año, de esa comida, donde todos comparten su comida con
todos, de confraternización, y de los brindis
entre sonrisas y abrazos.
Sí señor, un magnífico
verano que repetiremos, si Dios quiere, el próximo año.
Un abrazo a todos los
amigos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario