Despierto con los primeros ruidos
de la mañana (no suena ningún trino de pájaros), ya a las seis; y no me lo
pienso: me levanto con tranquilidad para no marearme, y sin querer, echo de
menos cuando me levantaba de un salto.
Al entrar en el cuarto de
baño, no puedo dejar de mirarme en el espejo, y me veo tan deteriorado, tan
diferente a la imagen de mi juventud, a la lozanía de los pocos años, ¿Será
esto natural o es que de alguna manera me afecta el cambio climático?
Desayunando, constato la
dificultad de masticar con las recién estrenadas prótesis dentales, otra causa
más del desgaste personal, así que rumiando estos pensamientos, me acabo mí
tostada con aceite y ajo.
“Estos zapatos me aprietan
en el dedo de enmedio”. ¿Más cosas?
Me voy haciendo la rutina de
cada mañana: la compra en el súper, la farmacia (ay la farmacia), y por el
camino veo tirados por el suelo, una lata, una botellita de agua, propaganda
comercial, y aunque la gente me miren preguntándose por qué hago esto, las
recojo y las deposito en el contenedor correspondiente, igual que hago en casa
con los residuos: reciclarlos.
El día está entre brumoso y
nublado, con una niebla espesa que se pega en la ropa, y no es humedad
solamente, sino que viene acompañada de suciedad. Así tenemos el aire que
respiramos.
¿Hasta cuándo continuaremos
ignorando el deterioro de nuestro entorno? Lluvias torrenciales que no empapan
la tierra sino que destrozan los cultivos, temperaturas anómalas en cualquier
época del año que nos hacen tener a mano toda la ropa porque no sabemos si
mañana hará frío o calor, los glaciares milenarios derritiéndose cada vez más
aprisa, las grandes cataratas con ridículos chorrillos, especies de todo tipo
de bichos que desaparecen para no volver, los pulmones forestales y selváticos
envueltos en incendios descontrolados, gentes en el tercer mundo que ya no
tienen agua para el ganado, ni yerba con que alimentarlos, etc., etc.
Como para estar tranquilo
con lo que se nos viene encima, y para colmo, los países que más contaminan
como si no fuese con ellos, como si fuera más importante sus pequeñas ambiciones
que las catástrofes que seguro le alcanzarán en cualquier momento, y que de seguir
así, llegaran a un punto de no retorno.
¡Seguid, seguid, malditos!
¡Seguid volviendo la cabeza!
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