Aunque os parezca mentira,
mi empresa ubicada en Robledo de Chavela (Madrid), había inventado y patentado
un “ojo biónico” que venía a solucionar problemas en enfermos casi ciegos o a
punto de estarlo, y yo era el especialista que se estaba recorriendo los
principales hospitales de Europa presentándolo a las élites médicas.
Había estado en París
presentándolo a los incrédulos monstruos de la oftalmología francesa y me
quería trasladar a mi próximo destino Roma, pero cansado de los aviones decidí
coger un tren de Trenitalic, por supuesto en compartimento gran lujo con cama,
que me dejaría a la mañana siguiente en la estación romana Termini.
Mis otros dos compañeros
cogerían un vuelo de mañana, y yo me responsabilicé del material. Había llegado
a la estación Gare De Lyon con mucho tiempo de antelación, ya que debía
facturar y colocar el delicado producto del que era portador de forma que no
sufriera daño alguno. Así y todo me quedó tiempo de tomar una copa en el bar
antes de embarcar.
Tenía la sensación de que
alguien me vigilaba, pero después de mirar a mí alrededor y no observar nada
extraño, pensé que eran imaginaciones mías.
Entregué mi billete al
encargado, que me condujo hasta mi compartimento cama, abriéndomelo y
entregándome la tarjeta de apertura. Aún no había abierto mi pequeña maleta,
cuando sentí que llamaban a la puerta y al abrir me encontré con unos
increíbles ojos azules que me empujaron hacia adentro y cerraron de un portazo.
“¿Qué pasa? ¿Quién es usted
y qué quiere?”
-Me persiguen para matarme,
me contestó y empezó a llorar como una Magdalena.
“Pero aquí no se puede
quedar ¿Lleva usted billete?”
-Me estaban esperando y no
me dio tiempo a comprarlo, pues me iba la vida en ello, y seguía llorando
desconsoladamente.
Una vez la hube
tranquilizado, le di algo de beber y mientras se reponía sentada en el único
sitio que allí había a parte de la cama, observé que era muy alta y delgada,
aunque tenía todas las curvas en su sitio.
-Me llamo Alexia, soy polaca
y llevaba un año viviendo en Francia con mi amigo o novio Gustav, dedicándonos
a falsificar pasaportes y venderlos a los “sin papeles”, por lo que habíamos
conseguido mucho dinero aunque la policía nos seguía los pasos muy de cerca ya.
Yo le dije a mi amigo que me diera mi parte que me iba, pero él no quería
pagarme, para que nos fuéramos los dos juntos a una ciudad del sur de España a
vivir, por lo que tomé mi parte y salí huyendo de noche hace dos días, pero sé
que me sigue.
Estaba en los servicios del
bar de la estación observando a alguien que viajara sólo y lo demás ya lo
sabes. Tengo mucho dinero para pagarte, pero por favor ayúdame a escapar y te
recompensaré.
“Bueno, voy a salir a hablar
con el jefe del tren a ver como solucionamos esto. ¿Cómo es tu amigo?”
-Es muy alto, delgado y con una gran nariz aguileña y ojos
claros.
Salí del compartimento para
buscar al revisor y ver si alguien como la descripción andaba por los pasillos
o el restaurante. Todo estaba desierto, sólo una pareja en el bar y el jefe del
tren sentado adormilado. Lo desperté y le conté la historia de mi reciente
casamiento, y que mi mujercita se había presentado en la cabina para irse
conmigo en mi primera salida de trabajo. No me podía vender un billete, dijo, pero
yo le puse en la mano el equivalente y aceptó encantado, aunque me rogó que no
saliéramos hasta el destino.
De nuevo en mi habitáculo y
con mi amiga calmada, nos dispusimos a compartir cama, por lo que me acosté
vestido en mi mitad.
Ella se metió en el
minúsculo aseo y ya estaba yo casi traspuesto cuando sentí que se metía bajo la
manta, pero ¡Estaba desnuda!
Creo y no me equivoco, fue
la mejor noche de mi vida.
Al despertar por la mañana a
punto de llegar al destino, ella no estaba, pero había dejado una nota dándome
las gracias y un sobre con un montón de dinero.
Organicé para que se
llevaran la valija y salí para tomar un taxi. Había un músico paralitico
tocando el acordeón en las puertas, a quien entregué el sobre de dinero que me
quemaba en el bolsillo.
Yo ya había recibido mi
recompensa.
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