sábado, 5 de octubre de 2013

Es nuestro problema

Me levanto sobre las seis de la mañana, y como no tenía tabaco, salí a buscarlo, pero cual no fue mi sorpresa al ver que al lado del bar donde yo conseguía mi vicio, había más de cuarenta hombres esperando lo que yo no sabía qué .
Iban provistos de un cesto llamado “macaco” para coger aceitunas, pero había allí un hombre gordo y todo poderoso en apariencia, que decía quién trabajaba y quién no. No lo podía creer, pero así era. El almacén receptor fijaba los precios de los aceituneros, para que todos salieran ganando. Sobre todo los intermediarios.
                                                   


La desesperación de los no elegidos era patente. Alguno hasta lloraba. Era la impotencia de querer llevar algo a tu familia y no poder. ¿De qué vivir si te negaban el trabajo?
Aquello me recordaba las fotografías antiguas de la Segunda República, donde se atacaba a los señoritos andaluces y a los terratenientes de toda España.
Aquella rabia contenida de gente que tenían que llevar un salario a su casa y que estaban dispuestos a luchar por ello, ya que no tenían nada que perder. La vida valía poco si no se podía comer.
Había mucha gente del pueblo que, o no tienen trabajo o que el subsidio que reciben no les les daba para mantener a sus familias. Había rumanos, magrebíes y toda esa gente que no se saben de donde salen pero que quieren trabajar para dar de comer a su parentela. Así de fácil y así de complicado.
                                                


No sé quien hará trampas para conseguir que gentes que ayer cobraban por coger aceitunas sobre cincuenta euros al día, ahora estuvieran cobrando como mucho menos, debido a que los árboles no venían tan llenos como antaño, aunque a mí, un botecito de aceitunas gordales me costaran cuatro euros, antes y ahora.
No sé hasta cuando la gente no se revelará contra todo lo que está pasando, ya que los políticos de turno parece que les dé igual mientras no haya algaradas populares.
                                                  


Pero advierto, que no está lejano el día en que la gente asalte los supermercados para conseguir lo básico para sus familias.
No se puede ni se debe dormir tranquilo cuando hay tanta gente necesitada de lo básico, y lo curioso del caso es que más contribuye a estas causas perentorias quien menos tiene. Así es la solidaridad entre pobres.
Pero os prevengo: Ricos, prebostes grandilocuentes, avaros, banqueros y demás especímenes que afloran donde hay miseria. Los momentos están contados y no podréis prevenirlos.
Queridos políticos, que siempre con un signo u otro siempre estaréis ahí, os anticipo desde ahora que como en la Revolución Francesa, pasaréis por la guillotina de los que creéis débiles, aunque sigáis ignorando el por qué os está pasando eso. Sois ignorantes genuinos.



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