El
día que se jubilaba, reunió a su familia y les dijo:
“Hijos,
me jubilo para dedicarme a devolver a la sociedad todo lo que he
recibido en tantos años de lucha. Ustedes se dedicaran a las
empresas, mamá y yo haremos algo que ya tenemos hablado”.
Durante
estos últimos años de dura crisis, había visto como se cerraban
negocios y mucha gente se quedaba sin trabajo, a parte de la cantidad
de jóvenes muy preparados, que se tenían que ir al extranjero para
trabajar, pues aquí no había futuro.
Empezó
asesorando a pequeñas empresas que iban mal, salvando a algunas de
una segura quiebra. A otras les cambiaba el rumbo de los negocios,
diversificando la oferta y a otras que ya no tenían remedio les
ayudaba a cerrarlas ordenadamente, recolocando a su personal en lo
posible o ayudándoles a montar pequeños negocios a los mas
emprendedores, a los que incluso prestaba dinero sin intereses.
Pero
lo que verdaderamente le valió el apodo de “conseguidor”, fue
que escuchaba a las personas que iban a verle y las orientaba en cómo
montar un pequeño negocio, conseguir una licencia de algo, recolocar
a muchos y ayudar financieramente a otros en lo que necesitaban.
Había
fundado dos cooperativas: una de reparto de paquetería y otra de
compraventa de coches de segunda mano y nuevos.
A
parte de esto, había ayudado a montar una treintena de pequeños
negocios: tiendas de comestibles, de ropa, de arreglo de calzado, dos
bares, un taller mecánico, tres lavanderías, dos licencias de
taxis, otra de coches para bodas y eventos, una agencia de viajes, y
un largo etcétera imposible de enumerar.
Estas
eran sus primeras Navidades jubilado y se sentía muy satisfecho con
lo que se había conseguido, con la inestimable ayuda de su mujer y
dos personas que vinieron a echarles una mano desinteresadamente.
Había
pensado pasar la Noche Buena con sus hijos, pero cambió de parecer y
en un enorme bar que cerró hacía un tiempo, montó un turno de
cenas para los “sin techo” y todo el que quisiera y no tuviera
recursos, en donde fue ayudado por un montón de gente que casi ni
conocía. Los alimentos los consiguieron del Banco de Alimentos, y se
dio de cenar a más de trescientas personas.
Al
acabar la noche estaba muy cansado pero tremendamente feliz por lo
que había hecho, pero aún le quedaba otra sorpresa.
Al
salir de aquel comedor improvisado y a pesar de lo fría de la noche,
se encontró rodeado de sus hijos y de casi toda la gente a la que
había ayudado, que le aplaudían y vitoreaban como si de un actor o
de un futbolista se tratara.
No
podía con tantas emociones, por lo que rodeó a su esposa con el
brazo y se echó a llorar en su hombro, y así tan felices y
satisfechos, llegaron a su casa acompañados de todos los que le
querían.
Qué
gran ejemplo de altruismo y de bien hacer; tomen nota por favor,
ricachones de siempre y millonarios ocasionales, pues nada de lo
conseguido aquí sirve para la otra vida, suponiendo que la haya.
Dentro de nosotros mismos tenemos el cielo y el infierno.
Con medios yo le imitaría, hoy con mi escasa pensión no dejo de hacerlo .Gracias en nombre de los favorecidos.
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