Estaba
pensando en escribir algo sobre la situación actual, cuando recibí un correo de
mi “nuera adjunta-mi médico favorito y ángel
de mi guarda” Viky, con un fragmento del “Cyrano de Bergerac” de “Edmond
Rostand”, con el siguiente y acertado comentario:
“Dificultades, pero también las actitudes de
una casta que sigue agrupando a muchas personas honradas y éticas, aunque no
precisamente a los poderosos”.
Ahí
lleváis este trozo que seguro os hará reflexionar.
Y qué
tengo que hacer?
¿Buscarme un valedor
poderoso, un buen amo,
y al igual que la hiedra,
que se enrosca en un ramo
buscando en casa ajena
protección y refuerzo,
trepar con artimañas, en vez
de con esfuerzo?
No, gracias.
¿Ser esclavo, como tantos lo
son,
de algún hombre importante?
¿Servirle de bufón
con la vil pretensión de que
algún verso mío
dibuje una sonrisa en su
rostro sombrío?
No, gracias.
¿O tragarme cada mañana un
sapo,
llevar el pecho hundido, la
ropa hecha un harapo
de tanto arrodillarme con
aire servicial?
¿Sobrevivir a expensas de mi
espina dorsal?
No, gracias.
¿Ser como ésos que veis a
Dios rogando
– oh, hipócritas malditos –
y el mazo dando?
¿Y que, con la esperanza de
alguna sinecura,
atufan con incienso a quien
se les procura?
No gracias.
¿Arrastrarme de salón en
salón
hasta verme perdido en mi
propia ambición?
¿O navegar con remos hechos
de madrigales
y, por viento, el suspiro de
doncellas banales?
No gracias.
¿Publicar poniendo yo el
dinero
de mi propio bolsillo?
Muchas gracias, no quiero.
¿Hacerme nombrar papa en
esas chirigotas
que en los cafés celebran,
reunidos, los idiotas?
No gracias.
¿Desvivirme para forjarme un
nombre
que tenga el endiosado lo
que no tiene de hombre?
No, gracias.
¿Afiliarme a un club de
marionetas?
¿Querer a toda costa salir
en las gacetas
y decirme a mí mismo: no hay
nada que me importe
con tal de que mi ingenio se
cotice en la Corte?
No, gracias.
¿Ser miedoso? ¿Calculador?
¿Cobarde?
¿Tener con mil visitas
ocupada la tarde?
¿Utilizar mi pluma para
escribir falacias?
No gracias, compañero. La
respuesta es: no gracias
Cantar, soñar en cambio.
Estar solo, ser libre.
Que mis ojos destellen y mi
garganta vibre.
Ponerme, si me place, el
sombrero al revés.
Batirme por capricho o hacer
un entremés.
Trabajar sin afán de gloria
o fortuna.
Imaginar que marcho a
conquistar la luna.
No escribir nunca nada que
no rime conmigo
y decirme modesto.
Ah, mi pequeño amigo,
que te basten las flores,
las frutas y las hojas,
siempre que en tu jardín sea
donde las recojas.
Y si por suerte un día
logras la gloria así,
no habrás de darle al César
lo que él no te dio a ti.
Que a tu mérito debas tu
ventura, no a medra,
y en resumen, que haciendo
lo que no hace la hiedra,
aun cuando te faltare la
robustez del roble,
lo que pierdas de grande, no
te falte de noble.
Todo
de rabiosa actualidad.
En Villanueva del Ariscal, a 14 de marzo del 2014
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