Fuimos
compañeros de trabajo en continua competencia durante los cerca de
doce años que duró nuestra relación, y sin embargo fuimos muy
amigos.
Cuando
yo entré en esta nueva empresa, el llevaba allí algunos años, pero
nos compenetramos estupendamente, pues me enseñó algunas cosas
sobre todo de la filosofía de la empresa; yo también le enseñé
otras que llevaba en mi bagaje de mi larga trayectoria como
comercial.
Fuimos
destacados durante muchos años como los mejores hombres de la red
comercial, tanto individualmente como en equipo, pues cuando
negociábamos con algún cliente importante éramos imparables, de
forma que cuando llegó el momento adecuado, los dos fuimos
promocionados a la Jefatura de Ventas en diferentes empresas del
grupo.
Al
poco de nuestra relación, conocí de primera mano los puntos débiles
de mi amigo y sus vicios, pues cuando nos íbamos de copas era
incansable, pues nunca veía la hora de irse a casa, de forma que era
normal en esos días que su mujer me llamara a las tantas de la
madrugada preguntándome por su marido que no había llegado, con lo
cual por la mañana me dedicaba a buscarlo preguntando por él en los
sitios que sabía que frecuentaba. De esa forma me enteré, que
aparte de la adicción al alcohol, era cocainómano.
A
partir de ese momento, intentaba controlarlo lo más posible, incluso
tapándolo en momentos en que teníamos reuniones con la dirección o
citas importantes de trabajo.
Pero
llegó un momento que hablé muy claro con él, diciéndole que esto
no podía continuar, pues algunas veces bajo la influencia de las
drogas, se disculpaba cuando veía peligrar su puesto, echándome a
mí las culpas de sus vicios, de los incumplimientos y de los fallos.
Cuando
cada uno de nosotros fuimos ascendidos a jefaturas de empresas
diferentes, fuimos perdiendo el contacto diario y ya sólo
coincidíamos cuando las reuniones eran al nivel de todo el grupo de
empresas, pero me llegaban continuas noticias de la errática
trayectoria que llevaba, aunque seguía triunfando en las ventas.
Se
marchó después de un par de años, para fundar con sus dos hermanos
una empresa que llevaba algunas cosas que le ofrecieron dentro del
mismo mercado, pero él seguía aún peor, pues el dinero se le
escapaba de tal forma, que le quitaron la potestad de administrarlo.
Ya
el colmo fue que un día lo sorprendieron intentando abrir la caja
fuerte del dinero con un taladro.
Ni
que decir tiene que la empresa, al poco tiempo, se fue al garete,
dejando a sus hermanos y a él mismo en la calle y con un montón de
deudas.
Al
final y cuando ya no tenía salidas, su mujer que trabajaba en un
organismo público y que tenía muchas influencias, lo ingresó en un
centro de desintoxicación, y posteriormente ya bastante
rehabilitado, le consiguió una pensión de invalidez absoluta.
No
he vuelto a verlo, pero me dicen amigos comunes, que es un vegetal,
que es increíble en lo que ha quedado el imparable, el brillante
Toto.
Yo
desde aquí, y aunque sé que no se portó ni medianamente bien
conmigo, le deseo para él y su familia lo mejor.
Un
abrazo amigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario