miércoles, 23 de abril de 2014

Las tres Marías

Eran los mejores estudiantes de su curso y del colegio, pero eso no les granjeaba  precisamente las simpatías de sus condiscípulos, y como  siempre iban juntos le pusieron este mote.
Adolfo, Sixto y Juan, siempre estaban solos en los recreos o en cualquier celebración lúdica del conjunto de sus compañeros, y no sólo eso, sino que siempre estaban recibiendo ataques de toda índole, sin que sus protestas o las de sus padres hicieran mella en la dirección o en los profesores del centro.
                                                                            


Estos ataques o bromas como lo denominaban los pandilleros de los que estaban rodeados, iban desde palizas, robos de los libros y material escolar, hasta lo que era peor, y es que atraían a toda la tropa de “borregos” en los escarnios públicos más crueles, mientras los profesores miraban hacia otro lado.
Aparte de los estudios, estos tres amigos destacaban en otras actividades por supuesto siempre individuales, como el caso de Juan, que era campeón escolar de los 100 m. lisos, o Sixto que era campeón de ajedrez juvenil de toda la provincia, y sin dejarnos atrás a Adolfo, que era un karateka consumado.
                                                                                


Cuando salieron del colegio para ingresar en la universidad, entraron en otro mundo en donde eran más respetados, y además habían perdido de vista a sus verdugos escolares.
Los tres acabaron las carreras muy jóvenes: Adolfo Derecho, Juan Económicas y Empresariales, y Sixto hizo una ingeniería industrial.
Decir que Adolfo llegó a ser juez, y dio la casualidad que uno de los matones del colegio compareció un día en su juzgado acusado de trata de blanca y robo con intimidación, y aunque intentó darse a conocer al juez para así aliviar su condena, este lo ignoró completamente imponiéndole la pena preceptiva, dedicándole las peores miradas de desprecio de las que fue capaz.
Juan hizo oposiciones a la Inspección de Hacienda, y pasó que le tocó investigar un fraude en el que estaba inmerso un empresario, que resultó ser el principal jefe de los agresores escolares.
                                                                            


Este le hizo la pelota todo lo que pudo a su antiguo “compañero y amigo” como le gustaba dirigirse a él, sin que esta actitud hiciera lo más mínimo para que la multa e incluso la posible cárcel se le rebajara lo más mínimo.
Estos amigos se reunían muy a menudo cuando sus ocupaciones se lo permitían, y el día que comentaban esto entre los tres les dijo Sixto: “Pues a mí fue a pedirme trabajo otro de los notables de aquel tiempo, y le hicieron un montón de pruebas, algunas humillantes por orden mía, para luego comunicarle yo personalmente que no daba la talla para el puesto, y cuando se iba le deseé lo peor refrescándole la memoria de todo lo que nos hicieron durante aquellos horribles años”.
Es curioso constatar cómo algunas veces la vida, te da la perversa oportunidad de sacarte esas espinas que te clavaron injustamente en alguna ocasión; y sí, es una satisfacción muy grata.


En Zizur Mayor, a 23 de abril del 2014

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